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La relación entre cultura y cognición: nuevas perspectivas para viejos problemas 1

[Versión en español]

The Relationship Between Culture and Cognition: New Perspectives on Old Problems

A relação entre cultura e cognição: novas perspectivas para antigos problemas

Recibido el 08/08/2023

Aceptado el 03/10/2023

Cómo citar

Chaves, J. y Hederich-Martínez, C. (2025). La relación entre cultura y cognición: nuevas perspectivas para viejos problemas.Ánfora, 32(58), 21-44. https://doi.org/10.30854/anf.v32.n58.2025.1111

Juana Chaves Castaño2

https://orcid.org/0000-0002-3616-511X CvLAC https://scienti.minciencias.gov.co/cvlac/
visualizador/generarCurriculoCv.do?cod_rh=0001094343

(Colombia)


Christian Hederich-Martínez3

https://orcid.org/0000-0003-1080-9973 CvLAC https://scienti.minciencias.gov.co/cvlac/
visualizador/generarCurriculoCv.do?cod_rh=0000096377

(Colombia)


Resumen

Objetivo: el objetivo de este artículo de reflexión es mostrar un panorama general de las teorías y enfoques que han abordado la relación entre cognición y cultura, desde los modelos clásicos hasta los más recientes, con el fin de discutir la relevancia de los marcos ecoculturales contemporáneos y su aplicación en estudios sobre contextos interculturales.

Metodología: se parte de un recorrido histórico de las teorías antropológicas cognitivistas, y su articulación con la psicología cultural y diferencial a partir de la noción de estilo cognitivo en la Dependencia-Independencia de Campo (DIC).

Resultados: se discuten las implicaciones científicas de analizar las diferencias culturales e individuales de forma aislada, y se propone retomar los modelos ecoculturales de la psicología transcultural para abordar la complejidad de los fenómenos cognitivos.

Conclusiones: en conclusión, se evidencia el enorme potencial del modelo ecocultural en la descripción de las influencias culturales en la cognición, al utilizar el estilo como indicador del funcionamiento cognitivo del individuo.

Palabras clave: cognición; cultura; estilos cognitivos; modelo ecocultural; estudios interculturales (obtenidos del tesauro APA).

Abstract

Objective: The objective of this reflective article is to provide a general overview of the theories and approaches that have addressed the relationship between cognition and culture, from classical models to more recent ones, to discuss the relevance of contemporary ecocultural frameworks and their application in studies on intercultural contexts.

Methodology: This article begins with a historical review of cognitive anthropological theories and their articulation with cultural and differential psychology, based on the notion of cognitive style in the Field Dependence-Independence dimension (FDI).

Results: The scientific implications of analyzing cultural and individual differences in isolation are discussed, and it is proposed to revisit ecocultural models from cross-cultural psychology to address the complexity of cognitive phenomena.

Conclusions: In conclusion, the enormous potential of the ecocultural model in describing cultural influences on cognition is highlighted, using style as an indicator of individual cognitive functioning.

Keywords: cognition; culture; cognitive styles; ecocultural model; intercultural studies (obtained from the APA thesaurus).

Resumo

Objetivo: o objetivo deste artigo de reflexão é apresentar um panorama geral das teorias e abordagens que trataram da relação entre cognição e cultura, desde os modelos clássicos até os mais recentes, com o intuito de discutir a relevância dos quadros ecoculturais contemporâneos e sua aplicação em estudos sobre contextos interculturais.

Metodologia: parte-se de um percurso histórico das teorias antropológicas cognitivistas e sua articulação com a psicologia cultural e diferencial a partir da noção de estilo cognitivo na dimensão Dependência-Independência de Campo (DIC).

Resultados: discutem-se as implicações científicas de analisar as diferenças culturais e individuais de forma isolada, e propõe-se o retorno aos modelos ecoculturais da psicologia transcultural para abordar a complexidade dos fenômenos cognitivos.

Conclusões: em conclusão, evidencia-se o enorme potencial do modelo ecocultural na descrição das influências culturais sobre a cognição, ao utilizar o estilo como indicador do funcionamento cognitivo do indivíduo.

Palavras chaves: cognição; cultura; estilos cognitivos; modelo ecocultural; estudos interculturais (obtidos do tesauro APA).

Cultura y cognición

El interés científico por la relación entre cognición y cultura tiene una amplia tradición en disciplinas como la filosofía, la antropología y la psicología. No obstante, es en los años 50 del siglo XX que se consolida como un campo específico con el surgimiento de la antropología cognitiva y la psicología intercultural.

En la antropología, la idea de la cognición como una dimensión del ser humano estuvo presente desde aquella primera definición de ‘cultura’ propuesta por Edward B. Tylor (1871). Esta entendida como un conjunto complejo que incluye, las creencias, las artes, las leyes, la moral, las costumbres y, por supuesto, los conocimientos adquiridos por los miembros de una sociedad. También son reconocidas en la disciplina las obras de Lévy-Bruhl (1910; 1922) sobre la mentalidad primitiva, influidas por la tradición sociológica francesa de Emilie Durkheim.

En años posteriores y otras geografías surgiría la psicología cultural norteamericana de Margaret Mead, interesada en relativizar la idea de una psiquis universal a partir de su propuesta de los modelos temperamentales. En esta explica que cada individuo nace con un temperamento innato, y la sociedad que lo rodea le asigna etiquetas y roles adecuados o inadecuados para la cultura (Mead, 1973). Estos roles y etiquetas están ligados a la construcción que cada cultura hace de lo que considera «de nacimiento». Así, el cordón umbilical enredado en el cuello predispone al individuo a ser pintor y artista; el epiléptico, loco o enfermo tiene predisposición a ser líder o poseer dones religiosos; nacer hombre predispone para ser rudo, fuerte, independiente; y nacer mujer predispone para ser débil, emocional y dependiente. A partir de este modelo teórico, Mead (1973) construye una clasificación de las culturas de acuerdo con su modelo temperamental: guerreristas, pacifistas, femeninos, masculinos. Como se observa, la cognición y el pensamiento, como objeto de interés explicativo de las diferencias culturales, han tenido un papel, aunque presente, marginal en la disciplina antropológica hasta 1950.

Producto del surgimiento de las Ciencias Cognitivas a mediados del siglo XX, como enfoque interdisciplinar que incluye la filosofía, la antropología, la psicología, las neurociencias, la lingüística y las ciencias de la computación, se propicia un escenario idóneo para el surgimiento de la antropología cognitiva. Este surgimiento tuvo como pionero al antropólogo estadounidense Ward Goodenough (1956), quién, al definir el concepto de ‘cultura’ como todo aquello que el individuo tiene en su mente y debe saber para operar de manera aceptable para su grupo, inaugura una perspectiva teórica y metodológica centrada en la articulación entre los procesos cognitivos, las características formales del lenguaje y la etnografía para comprender la cultura.

La antropología cognitiva estadounidense fue un ejercicio colectivo donde emergieron figuras representativas de ese primer momento, como Charles Frake, Benjamin Colby, Brent Berlin y Paul Kay; y generaciones posteriores como Roy D’ Andrade, Claudia Strauss, Naomi Quinn y Doroty Holland (Blount, 2011; Reynoso, 1986). Aunque el auge del enfoque comenzó su declive en la década del 70, producto de la llegada de perspectivas interpretativistas, son varios sus aportes a nivel teórico y metodológico; entre los que se encuentra el análisis componencial, la etnosemántica y la noción de ‘modelos culturales’.

El análisis componencial, inspirado en la lingüística descriptiva, buscó identificar los dominios semánticos de una lengua y sus respectivos elementos léxicos o lexemas, entendiendo que la cultura determinaba la cantidad de dominios y estructuras léxicas que los componen y, por lo tanto, eran evidencia del sistema de conocimiento de los nativos. Así, el objetivo del etnógrafo consistía en analizar los componentes de cada término de una lengua para ubicarlo dentro de un dominio semántico como, por ejemplo, los términos de parentesco o las bebidas (Frake, 1964; Goodenough, 1956).

Un ejemplo particularmente interesante del enfoque etnosemántico está en el trabajo de Berlin y Kay (1969) sobre la clasificación de colores. En este se realizó un análisis de la terminología del color en 98 lenguas, y se concluyó una cierta universalidad de terminología cromática que evoluciona en siete etapas acumulativas: 1) términos para el negro y el blanco, 2) términos para el rojo, 3) términos para el verde o amarillo, 4) términos para el verde y el amarillo, 5) términos para el azul, 6) términos para el marrón, y 7) términos para el violeta, rosa, naranja y/o gris. Posteriormente, este modelo fue retomado por la Teoría de los Prototipos de Eleanor Rosch, quien amplió la discusión sobre la existencia de unos principios naturales de categorización, mediante los cuales todos los seres humanos ordenan su realidad (Rosch et al., 1976). Postura opuesta a la tendencia de la psicología y la antropología de otrora que entendía la categorización como un proceso arbitrario y aprendido.

En esta misma línea, la propuesta de los modelos culturales de Holland y Quinn (1987) sugiere que no es suficiente identificar el listado de categorías por medio de las cuales una cultura ordena su mundo, sino que es necesario reconstruir los discursos elaborados a partir de dichas categorías para organizar el conocimiento cultural, y cómo estas se relacionan con las conductas; en otras palabras, establecer la relación entre lo que la gente dice y lo que hace.

Las comparaciones culturales de los estudios antropológicos han desafiado algunos de los supuestos de universalidad en psicología, y han revelado que muchas preguntas y enfoques no están libres de algún modelo cultural, sino que reflejan un marco analítico distintivamente occidental. En ese orden de ideas, se supone que el mundo opera con reglas discernibles y estables, la contradicción es un problema por resolver y las entidades se ven como agentes relativamente independientes. El contexto y las relaciones entre las personas y los objetos se minimizan relativamente o, cuando se examinan, se supone que operan bajo reglas soslayables.

Esa constatación se hizo evidente desde los trabajos de los psicólogos europeos en África, especialmente los relacionados con la universalidad del concepto de ‘inteligencia’. En ellos, después de una larga lista de estudios infructuosos, se concluye sobre la imposibilidad de establecer universales cognitivos aplicables a todas las culturas. Esta postura pasaría a llamarse «relativismo cultural radical» (Berry, 1971). Sin embargo, en la psicología diferencial se prepara un concepto que tendría la posibilidad de contribuir a la descripción de diferencias culturales desde una perspectiva relativista: el concepto de «estilo cognitivo».

Psicología cultural, psicología diferencial y estilo

La noción de ‘personalidad’ y la idea de que esta y la forma como funciona la cognición están relacionadas tiene raíces profundas en la psicología europea. En el campo de la psicología diferencial es posible encontrar la génesis de esa idea en los estudios de Thurstone sobre desempeños en tareas perceptuales. De acuerdo con sus observaciones, se pueden identificar dos tipos de «actitudes» que las personas adoptan espontáneamente al hacer juicios perceptuales: la caracterizada por la velocidad y fuerza de clausura, que identifica individuos que muestran la tendencia a cerrar estímulos incompletos o desorganizados rápidamente; y la flexibilidad de clausura, que muestra la tendencia a establecer múltiples reestructuraciones de la información presente en el campo estimular. Cada una de estas dos tendencias estaría, además, relacionada con algunos aspectos de personalidad: los identificados con alta velocidad de clausura mostrarían una tendencia a la sociabilidad; mientras que los de flexibilidad de clausura tenderían a ser socialmente distantes (Thurstone, 1944).

Muy rápidamente, la noción de ‘actitud perceptual’, acuñada por Thurstone, fue generalizada al concepto de ‘actitud cognitiva’ y después a ‘control cognitivo’ por parte de un colectivo de investigadores agrupados en la Fundación Menninger. El examen de estos controles cognitivos llevó al planteamiento de multitud de dimensiones de estilo cognitivo, la mayoría de las cuales fue perdiendo vigencia con los años. Ejemplos de ello son el estilo de «nivelación-agudización» (Holzman y Klein, 1954), o el estilo de «reflexividad-impulsividad» (Kagan, 1966).

Paralelamente al trabajo de la Fundación Menninger, un grupo de investigadores de orientación gestáltica, liderados por Hermann Witkin, desarrollaría una particular dimensión de estilo cognitivo que aún mantiene vigencia: la dimensión de Dependencia-Independencia de Campo (DIC). Esta intentó, desde sus inicios, mostrar una coherencia entre los aspectos perceptuales, cognitivos sociales y afectivos del individuo, de manera que cohesionó los ámbitos de la cognición y de la personalidad en una sola empresa (Witkin et al., 1962).

La historia de la dimensión DIC es amplia y extensa. Originada en el estudio de diferencias en la percepción de la verticalidad en aviadores norteamericanos (Witkin y Asch, 1948). Los resultados permitieron identificar dos tipos de sujetos: los «dependientes de campo» (de campo visual), que utilizaban información visual para la determinación de esta dirección; y «los independientes de campo», que preferían información propioceptiva (no presente en el campo visual) para la percepción de la verticalidad. La dimensión DIC se extendió rápidamente para abarcar otros aspectos de la percepción visual, inicialmente relacionados con una cierta aptitud perceptivo-analítica (Witkin et al., 1954), y después generalizada al ámbito cognitivo como modalidad de procesamiento simbólico. Así, este espectro de relaciones entre los aspectos perceptuales y cognitivos fue generalizado en un nuevo constructo: el de articulación de campo (Witkin et al., 1962).

El constructo de articulación de campo rápidamente empezó a mostrar relaciones con las dimensiones sociales y afectivas del individuo, lo que ameritó generalizarlo y replantearlo bajo una nueva forma. Nace así la «Teoría de la Diferenciación Psicológica». Desde este planteamiento cabe distinguir entre sujetos altamente diferenciados —que se experimentan como altamente segregados, al interior y al exterior (segregación yo-otros)— y sujetos altamente integrados. Estos niveles de diferenciación estarían en directa relación con altos niveles de diferenciación neuropsicológica (Witkin et al., 1962). Un vistazo rápido de los tipos humanos planteados por esta teoría los ubica, curiosamente, muy cerca de los propuestos por el planteamiento original de las actitudes perceptuales de Thurstone.

En su última formulación, la DIC es asimilada al constructo que describe el nivel de autonomía frente a las referencias externas (Witkin y Goodenough, 1985). Ya en este caso se distingue, en un extremo, a los sujetos con alta autonomía a las referencias externas, a los que antes se llamó «altamente diferenciado» o «articulado» o «reestructurador», y se mantiene la denominación original de ser «independiente de campo» (de campo perceptual). En el otro extremo encontramos a los sujetos con bajos niveles de autonomía frente a las referencias, «altamente integrados» o con bajos niveles de reestructuración. Para estos últimos se mantiene también la denominación tradicional que los identifica como «dependientes de campo».

El uso en la investigación intercultural de datos, conceptos y métodos relacionados con el «estilo cognitivo» (modo de funcionamiento que caracteriza a un individuo en sus actividades perceptivas e intelectuales) presenta un gran número de ventajas metodológicas.

Como demuestran los numerosos estudios que se han dedicado a un estilo cognitivo privilegiado, que corresponde a la dimensión de Dependencia–Independencia de Campo (DIC), el estilo cognitivo puede ser extremadamente útil en la caracterización de diferencias cualitativas en la cognición, al medirse mediante técnicas objetivas. Las pruebas muestran alto grado de validez y confiabilidad (Hederich et al., 2022), y tienen sentido para poblaciones socialmente diversas. La investigación ha mostrado una estrecha relación entre el estilo cognitivo y las formas particulares de crianza de los niños, de modo que puede usarse para identificar los resultados de estos métodos en el estudio comparativo de patrones de socialización.

Las mismas relaciones entre las experiencias familiares tempranas y las diferencias interindividuales a lo largo del continuo marcado por la Dependencia-Independencia de Campo, que se observaron originalmente en entornos occidentales, también se han observado en entornos no occidentales. Además, se han encontrado diferencias en el estilo cognitivo modal de algunos grupos no occidentales que podrían haberse predicho sobre la base de las diferencias observadas en la crianza de los hijos. De otra parte, el predominio de las diferencias sexuales en estilo «articulado» o «global» en muchas culturas sugiere que estudiar el papel del sexo en el desarrollo cognitivo podría ser una vía fructífera para la investigación intercultural (Witkin, 1967).

Existe una amplia base de conocimiento que vincula las prácticas de socialización y crianza con el estilo cognitivo en la dimensión DIC. En general, la investigación que intenta confirmar la influencia de las prácticas de socialización y crianza sobre el estilo cognitivo en esta dimensión ha estado orientada por dos grandes hipótesis: 1) la hipótesis del fomento de la autonomía vs. la dependencia continuada de la autoridad familiar, y 2) la hipótesis del moldeado del rol sexual.

En relación con la primera hipótesis, que vincula el fomento de la autonomía con la independencia de campo, mientras que la dependencia continuada de la autoridad se vincula con la dependencia, debe anotarse que, aunque existe una gran cantidad de datos que apoyan esta hipótesis, los resultados no han sido consistentes en todos los casos.

En apoyo a esta hipótesis pueden citarse los estudios clásicos recogidos por Witkin y Goodenough en 1981. En uno de ellos se examinó la independencia de campo y su relación con varios aspectos de las interacciones madre-hijo. Los resultados mostraron que los niños independientes del campo difieren de los más dependientes del campo en sus puntos de vista sobre cómo se ejerce la autoridad de los padres. Los niños dependientes del campo tendían a percibir a sus padres como arbitrarios, tiránicos e inflexibles, mientras que los niños más independientes del campo veían a sus padres como razonables, flexibles y moderados en sus presiones. Además, los niños dependientes del campo tenían más probabilidades de tener madres que fueran severas en el entrenamiento para ir al baño, los castigaran severamente por su comportamiento asertivo, y los empujaran a cumplir con altos estándares (Dyk y Witkin, 1965).

La hipótesis del fomento de la autonomía vs. la dependencia de la autoridad ha sido examinada con otros tipos de metodologías, tales como el levantamiento de información retrospectiva de las experiencias infantiles de los sujetos, y los resultados no han mostrado ser tan consistentes con la hipótesis (Witkin y Goodenough, 1985). De igual forma, tampoco se ha encontrado mayor consistencia cuando se han aplicado cuestionarios dirigidos a los padres (caracterizados previamente por su estilo cognitivo) acerca de sus actitudes hacia la educación infantil (Busse, 1969; Claeys y DeBoeck, 1976). En general, podría decirse que hay tanta evidencia a favor como en contra de la hipótesis del fomento de la autonomía vs. la dependencia de la autoridad familiar (Hederich, 2007).

En trabajos previos se ha reformulado la hipótesis del fomento de la autonomía vs. la dependencia de la autoridad familiar, de manera que se habla ahora de la hipótesis del fomento de la individuación vs. la integración social. Según esta nueva hipótesis, las prácticas de crianza que enfatizan la integración social a través del acento en valores sociales, tales como la solidaridad o la generosidad y en la consideración de las necesidades de los otros, estarían asociadas con individuos dependientes de campo. En contraste, las prácticas de crianza que acentúan la individuación a través del respeto de la esfera privada y el fuero personal, el liderazgo y la expresión particular del individuo propenden hacia la constitución de sujetos independientes de campo (Hederich, 2007). Los datos que se reunieron sobre prácticas de crianza en términos de necesidades de permisos, controles y castigos en adolescentes colombianos han apoyado decididamente esta conjetura (Hederich y Camargo, 2001; Hederich, 2007).

La segunda de las hipótesis que ha orientado el examen de los vínculos entre las prácticas de socialización y crianza y el estilo cognitivo se conoce como la «hipótesis del modelado del rol sexual». Según esta conjetura, la tendencia hacia un polo de la dimensión DIC puede ser aprendida como resultado de un proceso de modelamiento ligado al rol sexual. En la medida en que el niño se identifique en mayor grado con el padre de su mismo sexo, el modelado del papel sexual se extendería hasta abarcar el estilo cognitivo. Esta hipótesis explicaría la perpetuación, al interior de la familia, de las diferencias de estilos cognitivos entre los sexos.

En general, esta hipótesis aparece confirmada en los estudios de Bieri (1960) y Lynn (1962). De igual forma, los estudios que han examinado los efectos de la presencia o ausencia de algunos de los padres en la crianza también han sido consistentes con el apoyo de esta hipótesis (Hederich y Camargo, 1999; 1995; 2001).

El interés que tiene el estudio de las influencias entre las prácticas de socialización y crianza y el estilo cognitivo estriba en la forma en que estas pueden describir y explicar las diferencias entre los estilos cognitivos modales de los grupos culturales. En efecto, al tiempo que las prácticas de socialización y crianza pueden educar el estilo cognitivo, estas mismas se transmiten de generación en generación como parte misma del proceso de reproducción cultural, lo cual asegura la relativa permanencia del estilo cognitivo de un grupo social de una generación a la siguiente. Por esta razón, la caracterización de prácticas de socialización y crianza puede trasladarse, de forma natural, al ámbito de las diferencias entre los grupos culturales.

La gran mayoría de las investigaciones que han explorado el estilo cognitivo en la dimensión DIC como variable descriptora de características y diferencias culturales, lo han hecho en la búsqueda de contrastación de una hipótesis conocida como la hipótesis de «conformidad-autonomía social». De acuerdo con esta, los grupos culturales que enfatizan la conformidad social, caracterizados por un mayor acento en la obediencia a la autoridad, mayores diferencias de roles y pautas de crianza más rígidas y severas, mostrarán mayor tendencia hacia la dependencia de campo; mientras que los grupos con mayor tendencia a la autonomía social, caracterizados por una mayor tolerancia a la autonomía, menores distancias de roles y pautas de crianza más flexibles y permisivas, mostrarán mayor tendencia hacia la independencia de campo.

En 1975, Witkin y Berry publicaron una revisión que incluía más de treinta investigaciones cuyos resultados, en términos generales, avalaban las predicciones de la hipótesis de conformidad-autonomía social. En 1976, Witkin y Berry mostraron otra información que avalaba la hipótesis relacionada con el contraste del estilo cognitivo en sociedades de cazadores-recolectores o granjeros sedentarios. De acuerdo con lo encontrado, los grupos de cazadores-recolectores nómadas, con estructuras sociales de menor complejidad, tendían hacia la independencia de campo; mientras que los grupos de granjeros sedentarios, con estructuras sociales de mayor complejidad y mayor énfasis en la conformidad, mostraban la tendencia hacia la dependencia de campo.

A pesar de esta evidencia, algunas voces disidentes han señalado una situación que puede ser más compleja. Bagley, por ejemplo, ha mostrado que el estilo cognitivo de los niños japoneses, al contrario de la predicción hecha por el mismo Witkin y de lo que cabía esperar por el tipo de sociedad, muestra una tendencia muy acentuada hacia la independencia de campo (Bagley, 1988). Algunos argumentaron que esta tendencia podía estar relacionada con las características de la escritura ideográfica japonesa, que podía constituir un entrenamiento perceptual particular, pero el mismo autor demostró que tal relación no se verificaba (Bagley, 1995).

Desde otro punto de vista, se ha argumentado que, más que la hipótesis que diferencia sociedades orientadas a la conformidad o autonomía social en su relación con el estilo cognitivo, la evidencia podría ser más consistente en la consideración de otro tipo de polaridad cultural ampliamente desarrollada por la antropología: la polaridad que diferencia sociedades orientadas hacia el colectivismo o hacia el individualismo; sin embargo, los datos no han sido del todo consistentes con esta hipótesis. En algunos casos esta se ha verificado en muestras amplias de grupos culturales colombianos (Hederich, 2007). En otros casos, con muestras que contrastaban poblaciones chinas, taiwanesas y centroeuropeas, la polaridad colectivismo-individualismo no mostró ser un predictor fuerte del estilo (Lacko et al., 2020).

Aunque los investigadores de estilo no lo vieron como un problema, la mayoría de sus estudios se llevaron a cabo utilizando sujetos de las culturas "WEIRD": occidental, educada, industrializada, rica y democrática; la mayoría en estudiantes estadounidenses (Grove, 2017; Henrich et al., 2010). Este desequilibrio de datos culturales ha sido corregido gradualmente en las últimas dos décadas, no solo por los psicólogos, sino también por los antropólogos cognitivos, los sociólogos y los neurocientíficos con nuevas propuestas teóricas y metodológicas.

Al evidenciarse un vacío en los marcos interpretativos adecuados para las psicologías de culturas no occidentales, también surgen las perspectivas psicológicas con un enfoque transcultural interesadas en comprobar las teorías del desarrollo humano, especialmente las de Piaget y Vitgosky (Dasen y Mishra, 2000), y en proponer estrategias para comprender las complejas interacciones entre los contextos físicos y sociales, las prácticas educativas y las creencias culturales que dan forma al desarrollo humano (Berry, 2022b; Dasen, 2022). Estas nuevas perspectivas, que expondremos a continuación, articulan los estudios psicológicos de orientación diferencial de estilos cognitivos con marcos ecoculturales en culturas no occidentales.

Estilos cognitivos y cultura. Nuevas perspectivas

Hasta ahora se ha presentado un panorama general de los enfoques que han abordado la relación entre cognición y cultura, y otro más detallado sobre las diferencias individuales y los estilos cognitivos. Ambos han configurado un campo fértil de investigaciones que aún sigue planteando retos en torno a dos cuestiones fundamentales: ¿qué constructos teóricos y metodológicos se pueden desarrollar para analizar y comprender la relación entre los procesos cognitivos individuales, el contexto físico y las dinámicas sociales y culturales? y ¿cómo estos constructos son pertinentes para cualquier individuo y grupo cultural?

Una de las primeras propuestas para responder a estas cuestiones está dada por el modelo ecocultural desarrollado por Berry (1979, 1980, 1983, 2022a). Este modelo busca comprender los vínculos entre los contextos ecológico y sociopolítico, las adaptaciones culturales y el comportamiento individual; proporciona una guía para estudiar el comportamiento en entornos transculturales mediante la incorporación de variables de estos diferentes dominios, y enfatiza la importancia de examinar múltiples contextos y sus influencias en los individuos y sus conductas (ver figura 1).

Figura 1. Modelo ecocultural. Fuente: Berry, 2022a (traducido por los autores).

Este modelo analiza los orígenes de la diversidad cultural y psicológica a partir de la influencia de los contextos ecológicos y socio-políticos en las adaptaciones biológicas y culturales del grupo humano. Estas adaptaciones grupales se transmiten a los individuos por distintas vías, como la vía genética, los procesos de enculturación y de aculturación, que luego se reflejan en sus conductas observables.

El enfoque ecológico dentro del modelo ecocultural se centra en examinar los fenómenos en sus contextos naturales e identificar las relaciones entre estos fenómenos y los contextos ecológicos. Esto incluye factores como la temperatura y la disponibilidad de agua, que pueden dar forma a las actividades económicas. El enfoque cultural, por su parte, examina los comportamientos dentro de los contextos culturales en los que se desarrollan y se comparten a través del proceso de enculturación; tales como las prácticas de la socialización infantil, la transmisión de valores culturales y su expresión en instituciones sociales y políticas. Cuando estos exámenes se llevan a cabo comparativamente, se llega al enfoque transcultural.

Asimismo, dentro del modelo ecocultural, el contexto sociopolítico juega un papel preponderante en la configuración del comportamiento a través del proceso de aculturación, que ocurre cuando los individuos entran en contacto con otras culturas. En efecto, el proceso de aculturación ha mostrado influencia, no solo en la cultura original, sino también en el comportamiento del grupo, el de sus miembros individuales e incluso en la biología del grupo al modificar el parentesco que restringe o posibilita la conformación de parejas con la cultura de contacto. Así, el modelo ecocultural ayuda a comprender estas interacciones complejas y su impacto en el comportamiento, proporcionando un enfoque integral para estudiar las influencias que tienen los contextos ecológicos, sociopolíticos y culturales sobre el desarrollo humano (Berry, 2022b).

Además del modelo ecocultural, Berry (1979; 1980; 1983) propone el «modelo de arco multinivel» para especificar los principales contextos y sus resultados psicológicos. El modelo consta de cuatro niveles de arcos que vinculan contextos a comportamientos: 1) el arco molar, 2) el arco de aprendizaje, 3) el arco de desempeño, y 4) el arco de evaluación.

En el nivel superior, el arco molar conecta las situaciones de vida de las personas en su contexto ecológico o hábitat con los resultados generales de sus costumbres. El arco de aprendizaje, en el segundo nivel, examina las experiencias específicas en las que se involucran los individuos dentro del contexto ecológico y cómo contribuyen al desarrollo de su repertorio de comportamientos. El arco de desempeño, en el tercer nivel, considera los escenarios específicos que promueven o dificultan el desarrollo y desempeño de comportamientos específicos apropiados para ese escenario. Finalmente, el arco de evaluación, en el cuarto nivel, implica la creación de pruebas o tareas específicas para evaluar los comportamientos de los individuos en función de sus experiencias previas, siendo los estudios sobre estilo cognitivo los más utilizados por el autor en sus investigaciones (ver figura 2).

Figura 2. Modelo de Arco Multinivel. Fuente: Berry, 2022a (traducido por los autores).

El modelo ecocultural y el modelo de arco multinivel están estrechamente relacionados. El primero proporciona un marco conceptual general para comprender los vínculos entre los contextos ecológico y sociopolítico, las adaptaciones culturales y el comportamiento individual, y enfatiza la importancia de considerar múltiples contextos y sus influencias en el comportamiento. Por su parte, el modelo de arco multinivel, es un marco específico dentro del modelo ecocultural, que pretende especificar los principales contextos y resultados psicológicos. Identifica cuatro niveles de arcos que vinculan contextos a comportamientos, y proporciona una estructura para comprender cómo los diferentes contextos influyen en el comportamiento en varios niveles (Berry, 1979, 1980; 1983; 2022b).

Otra de las propuestas para responder a las cuestiones fundamentales es el «marco teórico integrado» de Dasen (2022) para el estudio transcultural, inspirado en los trabajos sobre desarrollo cognitivo de Piaget y Vitgosky, y en el cual se retoma la perspectiva ecocultural de Berry desde la propuesta de los círculos concéntricos de Bronfenbrenner (1989). En este modelo se plantea que el desarrollo infantil ocurre en el microsistema de un «nicho de desarrollo», que consiste en el cuerpo físico y los contextos sociales específicos en los que vive el niño, las prácticas educativas y las etnoteorías de los padres. En el nivel de mesosistema se ubican los procesos de la enculturación y la socialización como los principales procesos de transmisión cultural, aunque también hay que tener en cuenta los procesos de aculturación. Tanto las prácticas educativas, como las etnoteorías paternas, halladas en el microsistema, están vinculadas con valores y cosmologías presentes en el macrosistema; tales como las creencias y las prácticas religiosas (ver figura 3).

Figura 3. Marco Teórico Integrado. Fuente: Dasen, 2022 (Traducido por los autores).

Es interesante anotar que dentro de este modelo se retoma el constructo de estilo cognitivo en relación con el comportamiento observable y las competencias, aunque se desmarca de la dimensión de dependencia-independencia de campo. En efecto, Dasen considera que, aunque la DIC ha sido el estilo más estudiado transculturalmente, este ha estado enfocado en análisis comparativos entre sociedades occidentales mayoritariamente estadounidenses y otras «no occidentales», como las asiáticas. Esta condición identificaría las diferencias de estilo como un asunto de ausencia o presencia de un proceso cognitivo particular.

Teniendo en cuenta que el modelo de integración teórica está sustentado en una perspectiva eco-socio-cultural, Dasen propone una metodología cuasi-experimental a través del marco geocéntrico versus egocéntrico en relación con la ubicación espacial. Así, algunas culturas ubican los objetos a pequeña escala utilizando dimensiones geográficas a gran escala (norte/sur, este/oeste, río arriba/río abajo, montaña/mar), mientras que otras utilizan dimensiones relativas al cuerpo (derecha/izquierda) (Dasen, 2022; Dasen y Mishra, 2013; Dasen et al., 2018).

Si bien el marco geocéntrico-egocéntrico sugiere cierta pertinencia metodológica en términos del uso de pruebas apropiadas para culturas no occidentales, sigue sustentado en una relación dicotómica de los procesos perceptuales en torno a una ubicación con respecto a sí mismo o al entorno. En ese sentido, la cuestión no debe centrarse en el constructo en sí, que sigue siendo válido, sino en las técnicas que se utilizan para determinarlo operacionalmente, y cómo estas pueden adaptarse a las condiciones eco-socio-culturales del escenario de investigación.

Los modelos ecocultural y de integración teórica han tenido repercusión en estudios recientes sobre la relación entre cognición y cultura en contextos con diferencias étnicas, geográficas, vocacionales, etc. En general, estas investigaciones han optado por el uso del concepto de estilo cognitivo como variable analítica, ya sea en la dimensión dependencia-independencia de campo, la dimensión holístico-analítico o la dimensión colectivismo-individualismo, entre otras.

Uno de los campos con mayor aplicación de este modelo es el contexto educativo. Onyekuru (2015), por ejemplo, estudió la relación entre la DIC, la elección de carrera universitaria y el género en estudiantes próximos a graduarse de la secundaria en Nigeria. Un estudio similar fue realizado por Hederich et al. (2022) con estudiantes universitarios en Colombia. Ambos encontraron una relación significativa entre el estilo cognitivo y las elecciones vocacionales de formación. En torno a la relación entre el género, el área de formación y el estilo cognitivo en contextos educativos, Muhammad et al. (2015) comprobaron que hay una relación entre el estilo cognitivo DIC, el género y el logro académico en estudiantes de biología en una universidad nigeriana.

Otro estudio en el campo educativo analizó la influencia del contexto ecológico en los estilos cognitivos. Esta investigación fue llevada a cabo por Aboritoli (2021) en escuelas rurales y urbanas de Nigeria, y demostró que la ubicación de la escuela contribuye significativamente a las variaciones en los estilos cognitivos adoptados entre los alumnos rurales y urbanos; por lo que el entorno físico podría estimular formas particulares para el procesamiento de la información. Por lo tanto, es probable que la variación en la cognición que subyace a los estilos cognitivos se altere cuando el propio entorno físico o sociocultural cambie de manera fundamental.

El trabajo de Baess et al., (2022) constituye otro ejemplo del uso de estos modelos en la investigación transcultural. Baess y colaboradores estudiaron cómo los individuos de culturas individualistas (australianos y alemanes) y culturas colectivistas (chinos y malasios) codifican el espacio a partir de los procesos cognitivos para afrontar el «efecto Simon». Este efecto consiste en un conflicto entre rutas de procesamiento duales: una ruta basada en instrucciones y otra ruta automática basada en estímulos espaciales, tal y como ocurre cuando un conductor, acostumbrado a conducir hacia la derecha, repentinamente debe empezar a conducir hacia la izquierda, como se acostumbra en Inglaterra o Australia. Los resultados permitieron concluir la universalidad del efecto Simon, en independencia de los estilos individualistas y colectivistas.

En otro ejemplo, es Senzaki et al. (2014) quienes estudiaron los estilos de dibujo y los tipos de representación pictórica del horizonte en estudiantes canadienses y japoneses. Sus resultados indicaron variaciones importantes en los estilos de representación. Específicamente, se documentaron variaciones en la localización de la línea del horizonte de acuerdo con la ideología holística, mayoritariamente presente en los niños japoneses, versus la analítica, presente en los niños canadienses (Senzaki et al., 2014). Estos resultados fueron posteriormente comparados con los obtenidos en un estudio de caso realizado en Mongolia, que indicó diferencias culturales importantes entre los niños mongoles, canadienses y japoneses y, al mismo tiempo, patrones universales de desarrollo humano sobre el concepto de horizonte (Masuda et al., 2022).

En Colombia se han hecho estudios comparativos de los estilos cognitivos en estudiantes pertenecientes a diferentes grupos culturales colombianos (Hederich y Camargo, 1995; 1999; Hederich, 2007). En estos trabajos se constató cómo los estilos cognitivos de estudiantes de secundaria de diferentes regiones culturales colombianas muestran enormes diferencias entre sí. Tales diferencias, por su parte, están ligadas a aspectos relacionados con la estructura de la familia, la estructura de la autoridad en la misma, y algunas prácticas de crianza; especialmente las que indicaban relativa permisividad y rigidez, en estrecha relación con el contenido que resulta limitado o permitido. Por un lado, si se permitía y fomentaba la actividad social y se restringía el fuero individual, los resultados indicaban una tendencia del adolescente hacia el polo de la dependencia de campo. Por el otro lado, si se propiciaba un sentido de identidad separada y se intensificaba el fuero individual y, al tiempo, se establecían controles y límites a la actividad social se propiciaba el estilo cognitivo contrario (Hederich, 2007).

Conclusiones

En conclusión, se demuestra el enorme potencial heurístico del modelo ecocultural para estudiar las influencias culturales en la cognición, y utilizar el estilo como indicador del funcionamiento cognitivo del individuo. Así, el estilo cognitivo, que en principio resulta ser una variable de naturaleza individual, puede resultar útil para describir las características de la cognición de un grupo cultural de manera que esta pueda ser expresada en términos del estilo cognitivo modal de sus integrantes; por lo que sigue siendo válido para comprender los fenómenos de interculturalidad. No obstante, el reto metodológico sin duda estará guiado por la revisión de las pruebas existentes para identificar el estilo cognitivo a la luz de su correspondencia con las especificidades culturales de las sociedades en donde se apliquen, requiriendo, incluso, la construcción y validación de nuevos instrumentos.

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1 Este artículo de reflexión es producto de la revisión de antecedentes y construcción teórica del proyecto de tesis doctoral «Estilos Cognitivos en Contextos de Contacto Cultural. El Caso Embera Chamí» que se desarrolla en el marco del Doctorado en Ciencias Cognitivas de la Universidad Autónoma de Manizales. Financiación: este proyecto se financia con recursos propios. Declaración de intereses: los autores declaran que no se presentan conflicto de intereses. Disponibilidad de datos: todos los datos relevantes se encuentran en el artículo.

2 Estudiante del Doctorado en Ciencias Cognitivas de la Universidad Autónoma de Manizales-Colombia. Antropóloga, docente e investigadora de la Universidad de Caldas. Correo electrónico: juana.chaves@ucaldas.edu.co

3 Doctor en Psicología. Universidad Autónoma de Manizales, Colombia. Correo electrónico: christian.hederichm@autonoma.edu.co