Narrar(nos) desde el cuerpo-territorio. Nuevos apuntes para un pensamiento situado y metodologías en contexto1
Self-narration from the Body-territory: New Notes for Situated Thinking and Methodologies in Context
Narrar(nos) a partir do território do corpo. Novas notas sobre o pensamento situado e metodologias em contexto
Recibido el 15 de julio de 2021. Aceptado el 1 de diciembre de 2021.
› Para citar este artículo: Britos-Castro, A. y Zurbriggen, S. (2022). Narrar(nos) desde el cuerpo territorio. Nuevos apuntes para un pensamiento situado y metodologías en contexto. Ánfora, 29(52), 43-70. https://doi.org/10.30854/anf.v29.n52.2022.848
Objetivo: el presente artículo propone dos cuestiones centrales: por un lado, recogemos el hilo tejido por las apuestas a la construcción de epistemologías críticas y damos curso a renovar la crítica epistémico-política a la modernidad colonial en y desde nuestros cuerpos-territorios del sur global; por el otro, nos arrojamos a nuevos desafíos para co-construir metodologías de investigación alternativas de cara a mirarnos y hablarnos en un presente y su contexto socio-histórico y socio-territorial. Metodología: nuestro lugar de enunciación y de discusión es la filosofía política en y desde Latinoamérica, lo que implica para nosotras poner en agenda aquellas temáticas que se abordan y se focalizan en el diálogo con otras ciencias sociales y humanas como el principio de construcción de esta propuesta. Así pues, este escrito aborda las nociones de cuerpo-territorio, teoría viva entendida como la estrecha relación entre narración, testimonio y experiencia— e intersubjetividad política para definir un pensamiento situado con herramientas teóricas-metodológicas que se desmarcan de las lógicas modernas en pos de una investigación descolonizadora, feminista y comunitaria. Conclusiones: nuestra intención es continuar apostando a la construcción de epistemes críticas y metodologías en contexto para nuestro pensamiento situado. Creemos que para esto debemos echar mano a un hacer político colectivo e intersubjetivo que sea transformador en y con la lucha. Aquí ensayamos una respuesta a la pregunta por lo que pasa con nuestros cuerpos-territorios, y con ello, a los interrogantes por lo que hacemos, decimos y pensamos en tanto investigaciones militantes urgentes. Afianzamos la propuesta de un pensamiento contextualizado, a distancia de una racionalidad individual colonial y patriarcal, para acercarnos a un pensamiento como lugar de enunciación y como lugar de estar, un pensamiento como territorio, como hábitat.
Palabras claves: Filosofía política latinoamericana; Cuerpo-territorio; Teoría viva; Pensamiento situado; Metodologías en contexto.
Objective: this article proposes two central questions: on the one hand, the thread woven by the gambles on the construction of critical epistemologies is picked up and a course provided to renew the epistemic-political critique of colonial modernity in and from the bodies-territories of the global south; on the other, researchers throw themselves into new challenges to co-construct alternative research methodologies in order to look and speak to collective selves in the present and its socio-historical and socio-territorial context. Methodology: the place of enunciation and discussion is political philosophy in and from Latin America, which implies putting those topics on the agenda that are addressed and focused on the dialogue with other social and human sciences as the principle of construction of this proposal. Thus, this paper addresses the notions of body-territory, living theory understood as the close relationship between narration, testimony and experience – and political intersubjectivity[/i ] to define a situated thought with theoretical-methodological tools that distance themselves from modern logics in pursuit of decolonizing, feminist and community research. Conclusions: The intention is to continue gambling on the construction of critical epistemes and methodologies in context for situated thinking. The researchers believe that for this one must resort to collective and intersubjective political action that is transformative in and with the struggle. Here a response to the question about what happens to bodies-territories is rehearsed, and with it, a response to the questions about what is done, said, and thought as urgent militant investigations. The researchers strengthen the proposal of a contextualized thought, at a distance from an individual colonial and patriarchal rationality, to approach a thought as a place of enunciation and as a place of being, a thought as a territory, as a habitat.
Keywords: Latin American political philosophy; Body-territory; Living theory; Situated thinking; Methodologies in context.
Objetivo: o presente artigo propõe duas questões centrais: por um lado, pegamos o fio tecido pelas apostas na construção de epistemologias críticas e damos curso para renovar a crítica epistêmico-política da modernidade colonial em e de nossos corpos-territórios do sul global; por outro lado, nos lançamos em novos desafios para co-construir metodologias de pesquisa alternativas a fim de olharmos para nós mesmos e falarmos a nós mesmos em um contexto atual e sócio-histórico e sócio-territorial. Metodologia: nosso lugar de enunciação e discussão é a filosofia política na e da América Latina, o que implica para nós colocarmos na agenda aqueles temas que são abordados e enfocados em diálogo com outras ciências sociais e humanas como o princípio de construção desta proposta. Assim, este trabalho aborda as noções de corpo-território, teoria viva- entendida como a estreita relação entre narrativa, testemunho e experiência- e intersubjetividade política para definir um pensamento situado com ferramentas teórico-metodológicas que se dissociam da lógica moderna na busca de uma descolonização, pesquisa feminista e comunitária. Conclusões: nossa intenção é continuar apostando na construção de epistemes e metodologias críticas no contexto de nosso pensamento situado. Acreditamos que para isso devemos contar com uma elaboração política coletiva e intersubjetiva que seja transformadora na e com a luta. Aqui nós tentamos dar uma resposta à questão do que acontece com nossos territórios corporais, e com ela, às questões do que fazemos, dizemos e pensamos como pesquisa militante urgente. Reforçamos a proposta de um pensamento contextualizado, à distância de uma racionalidade individual colonial e patriarcal, para abordar um pensamento como um lugar de enunciação e como um lugar de ser, um pensamento como território, como habitat.
Palavras chave: Filosofia política latino-americana; Corpo-territorio; Teoria viva; Pensamento situado; Metodologias no contexto.
“En mi casa, siempre había un plato de más para quien lo necesitara”
Ramona Orellano de Buscamante, 20214.
Fotografía: Ezequiel Luque. Periódico digital La Tinta
En los últimos años han surgido diferentes enfoques que, de la mano de la transdisciplinariedad, buscan subsanar aquellas perspectivas clásicas, que apoyadas en epistemes moderno/coloniales, no logran dar cuenta de ciertos problemas nodales acaecidos en los Sures; en particular los del orden de la reproducción de la vida. Sin embargo, en consonancia con el número especial sobre metodologías pendientes y emergentes frente a nuevas epistemologías del Sur Global que nos convoca, consideramos que el desarrollo de estos enfoques epistemológicos aún no ha generado una renovación metodológica significativa. Es posible afirmar que estas perspectivas de lectura, surgidas la mayoría de las veces por el calor de las luchas, por el trabajo en conjunto o la observación participante, aún no hacen mella en espacios que apuestan a epistemologías críticas. Incluso, son poco conocidas y apenas circulan en los espacios académicos, donde se reproducen, de manera sistemática, los mismos modos de vinculación con el conocimiento generando tensiones analíticas en investigaciones que podrían ser desafiantes.
Por tales motivos, en este escrito pretendemos abordar algunas concepciones que fundamentan epistémica y políticamente nuestras prácticas y que consideramos deben ser repensadas de cara a construir críticamente un pensamiento situado. Cuerpo-territorio, narración/testimonio e intersubjetividad política son conceptos que abonan este posicionamiento, dando sentido a lo que consideramos como una “metodología en contexto” (Alvarado, Fischetti, 2017).
Consecuentemente, nuestro lugar de enunciación y de discusión es la filosofía política en y desde Latinoamérica. Este pronunciamiento implica para nosotras poner en agenda aquellas temáticas que se abordan a partir de un tejido transdisciplinario. Consideramos que construir conocimiento desde una perspectiva transdisciplinaria no solo enriquece la mirada que tenemos de los procesos socio-históricos y socio-territoriales del Sur Global, sino que apunta a desmantelar los casilleros estancos, aquellos donde han quedado etiquetadas la Filosofía, la Antropología, la Sociología, la Historia, la Geografía, la Ciencia Política, siendo la lista aún mayor, y todas consideradas en singular. Lo transdisciplinario es la apuesta a un método dialógico, abierto y plural para entretejer nuestros lugares de enunciación. A su vez, es el principio de construcción de una metodología de investigación alternativa, que nos permite abordar problemáticas diversas en el Sur Global.
Así pues, apostamos a una reactivación de las epistemologías críticas para que no se cristalicen formas estáticas y binarias carentes de utilidad, que solo terminan invisibilizando procesos complejos de las sociedades. Creemos que es necesario construir herramientas teórico-metodológicas que interpelen a las lógicas coloniales modernas en pos de prácticas descolonizadoras, feministas y comunitarias.
Ahora bien, esto será posible en tanto se entretejan relaciones con los procesos sociales y políticos de la contemporaneidad y heterogeneidad latinoamericana. Igualmente, será posible en tanto se sostenga una actitud crítica de las perspectivas instaladas con la colonización, impuestas a través de dispositivos de la gubernamentalidad moderna en las diversas lógicas de colonialidad (macro) (Quijano, 2000) y de colonialismo interno (micro)5. Solo de esta manera será posible producir un nuevo paradigma de soberanía intelectual que afronte la fragmentación de la comunidad epistémica, la mercantilización, el cercamiento, la desmasificación y la privatización educativa (Britos Castro, Zurbriggen, 2020).
Desde este lugar, reafirmamos la estrecha relación entre las teorías y las prácticas, y definimos al espacio de reflexión como teoría viva, es decir, como una acción política que en el amplio gesto de la narración acerca nuestras propias voces a la posibilidad de cartografiar las resistencias y entretejer modos de comprenderlas. Este entre-tejido que proponemos para las próximas páginas habla de un conocimiento que vincula nuestras deliberaciones más teóricas con los saberes nacidos de las luchas6.
Con este desafío buscamos dejar de reproducir viejos patrones en pos de avanzar hacia el reconocimiento de mundos, perspectivas y experiencias que constituyen otros modos de comprensión abigarrados de América Latina y el Caribe7.
Desde hace un tiempo la categoría de cuerpo-territorio es usada por distintxs actores como herramienta de lucha y clave de comprensión contra el avance de proyectos extractivistas. Sin embargo, este concepto es también una forma de visibilizar la cosmovisión de muchas comunidades de América Latina y el Caribe. En tanto idea-fuerza, el cuerpo-territorio se ha ido desarrollando en las últimas décadas a partir de los diversos sentipensares8 surgidos en contextos de resistencia. Durante mucho tiempo en Occidente, las historias de las luchas colectivas estuvieron asociadas a las estructuras organizativas de la clase obrera, considerada como el actor privilegiado del cambio histórico. Los movimientos sociales aparecían como el sujeto central y la expresión privilegiada de una alternativa societal al modelo capitalista vigente. Sin embargo, la multiplicación de las esferas de conflicto a partir de 1960 impulsó la necesidad de ampliar definiciones y categorías analíticas para complejizar estos procesos. Fue así como los movimientos ambientalistas y feministas—“los nuevos movimientos sociales”—comenzaron a expresar una nueva politización de la sociedad y, con ello, nuevas formas de conceptualizar los conflictos y resistencias (Svampa, 2016). Sin lugar a dudas, el punto en común fue la crítica al extractivismo, de la cual se desprende hoy la idea de un extractivismo ampliado, en tanto abarca algo más que las actividades consideradas tradicionalmente como extractivas.
En este contexto de neoextractivismo9 han sido los feminismos indígenas y comunitarios quienes, al hablar de cuerpo-territorio, exigen la descolonización como dimensión práctica que es inescindible de la despatriarcalización (Gago, 2019). Por esta razón, en este apartado queremos compartir la mirada de Delmy Tania Cruz Hernández (2016). Esta feminista, indígena mexicana con corazón chiapaneco, ha acompañado distintos procesos sociales con mujeres indígenas en territorios vulnerados y, a partir de las conversaciones con ellas, la pregunta por el cuerpo-territorio se ha posicionado como el eje central del ejercicio académico y militante. En consideración de esta experiencia, creemos que sus aportes a esta categoría nos permiten comprendernos como un cuerpo-territorio desde el cual no solo sentipensamos-con, sino también actuamos en sintonía y así nutrimos prácticas situadas.
Cruz Hernández y Jiménez (2019) afirman que, en las últimas décadas, se escribieron muchos estudios sobre cómo se vive la defensa del territorio en nuestra región. Sin embargo, nos dicen que son pocos los que han señalado cómo es la organización de las mujeres en la defensa del mismo y qué defienden esas mujeres. Los mecanismos que adoptó el despojo de los territorios y de los recursos naturales, sociales y culturales que hay en ellos, marcaron diversos escenarios los cuales hicieron que las mujeres evidenciaran sus luchas, antes disimuladas. El resurgimiento de industrias extractivas, apoyadas por los gobiernos latinoamericanos, volvieron a los espacios antes considerados de vida, lugares hostiles para habitar, dejando a las mujeres solas en la defensa del territorio. Ante la “patriarcalización de los territorios” (Cruz Hernández, 2016) y el aumento de la violencia, las mujeres vinculadas a la experiencia comunitaria de los pueblos originarios han reforzado su compromiso. Así, como dice Rogério Haesbaert (2020), parafraseando a Cruz Hernández, la articulación entre cuerpo-territorio, más que un concepto, se volvió una metodología para la vida que implica pensar cómo nuestros cuerpos están unidos a los territorios que habitan.
El cuerpo visto como territorio es en sí mismo un espacio, un territorio/lugar, que está en el mundo y puede vivenciar todas las emociones, sensaciones y reacciones físicas, para encontrar en él un lugar de “resistencia” y resignificación. Esta comprensión pone en el centro lo comunitario como forma de vida y habilita una mirada que parte del cuerpo como primer territorio de lucha y también como la plasmación de muchas otras opresiones vividas. El vínculo entre el cuerpo y otras escalas genera una potente dialéctica entre nuestra existencia y las relaciones que la unen a los territorios en que habitamos. A su vez, este argumento es una forma de acompañamiento sororal y político, es un diálogo entre feministas y mujeres diversas que, organizadas, se unen en el interés por otros mundos posibles. Cruz Hernández considera que esta invitación propone:
Mirar a los cuerpos como territorios vivos e históricos que aluden a una interpretación cosmogónica y política, donde en él habitan nuestras heridas, memorias, saberes, deseos, sueños individuales y comunes; y a su vez, invita a mirar a los territorios como cuerpos sociales que están integrados a la red de la vida y por tanto, nuestra relación hacía con ellos debe ser concebida como “acontecimiento ético” entendido como una irrupción frente a lo “otro” donde la posibilidad de contrato, dominación y poder no tienen cabida. Donde existe la acogida comprendida como la co-responsabilidad y la única propuesta viable para mirar el territorio y entonces para mirarnos a nosotras-nosotros-nosotres mismxs. (Hernández Cruz, 2016, p. 44)
De modo similar, esta articulación conceptual y metodológica hizo mella en el feminismo decolonial. En consonancia con Yuderkis Espinosa Miñoso (2014) y Dorotea Gómez Grijalva (2012)—feminista maya k’iché guatemalteca— se asume el cuerpo como territorio político en tanto se lo comprende como histórico y no como biológico. Es un espacio social que se afecta por lo que ocurre en su entorno, generando repercusiones físicas y emocionales que se complejizan en relación a las subjetividades.
A su vez, Lorena Cabnal feminista comunitaria y decolonial propone el término cuerpo-tierra para ahondar en el daño que se ha hecho a los territorios desde la invasión colonial que ha pasado de la expropiación de sus tierras, territorios, recursos, saberes utilizando como vehículo los cuerpos de las mujeres. La invasión genera una penetración colonial que se configura “como una condición para la perpetuidad de las desventajas múltiples de las mujeres indígenas” (Cabnal, 2010, p. 15). La autora afirma que, para entender la defensa de los territorios por parte de las mujeres, se tiene que comprender el proceso histórico del patriarcado. “En el concepto cuerpo-tierra subyace una demanda política que emana de una reflexión colectiva de mujeres indígenas con el fin de mostrar su visión en la defensa de sus territorios” (Cruz Hernández, 2016, p. 42).
De manera transversal a estos procesos, el pensamiento feminista en las ciencias sociales también comenzó a repensar los conceptos de territorio y de cuerpo. Cruz Hernández nos dice que una de las pensadoras que comienza a interrogarse sobre la relación espacios-cuerpos es Doreen Massey (2005). La geógrafa británica sostiene que estudiar el espacio es reconocer cómo ha sido construido, bajo qué estructuras políticas y a través de cuáles relaciones de poder/saber. Buscar estas respuestas nos puede dar pistas para entender las desigualdades sociales que se viven en estos contextos (Cruz Hernández, 2016).
Otra teórica que Delmy Cruz Hernández considera es Linda McDowell (2000). Para ella ha sido fundamental revisar las divisiones espaciales: público vs privado; dentro vs. fuera; al considerar que estas últimas influyen en la construcción social de las divisiones de género. Además, McDowell intenta desentrañar la idea proporcionada por Simone de Beauvoir respecto de la restricción de lo femenino a la escala del cuerpo, definiendo a los cuerpos masculinos como incorpóreos ubicándolos en el área de la mente, jerarquizando a esta por encima del cuerpo femenino.
A partir de las autoras, la feminista comunitaria se pregunta:
Si asumimos que no todos los cuerpos son iguales, ni tienen un mismo estándar y que además dependen de los roles de género, clase, etnia, edad y raza que te “impone” el imaginario colectivo ¿Qué lugar ocupan los cuerpos de las mujeres en los territorios? (...) todo lo que hacemos está espacialmente situado y encarnado en cuerpos diferenciados y jerarquizados. En ese sentido, el cuerpo está asignado no sólo por las determinaciones físicas del contexto geográfico; sino por las construcciones culturales que subyacen a la idea del espacio, lugar, territorio, comunidad y contexto. (Cruz Hernández, 2016, p. 41)
En consideración con estos postulados, Cruz Hernández nos presenta la manera en que se han analizado los cuerpos y los territorios, incluso la forma en la que se han convertido en enunciados políticos y de lucha. Sin embargo, ella reconoce que aunque esto es fundamental para re-pensar los territorios hoy amenazados, es necesario también crear puentes teóricos entre territorios y cuerpos femeninos10.
Los aportes realizados por Cruz Hernández nos permiten hacer múltiples desplazamientos que posibilitan otras ontologías y, por ende, metodologías alternativas. Desde estas cartografías es inevitable la reflexión sobre los modos en que conocemos y lo que hacemos con ese conocimiento. Poner al cuerpo-territorio como punto de partida, nos saca del solipsismo cartesiano para colocarnos en un lugar de enunciación atravesado e influenciado por el contexto. Las ideas se encarnan y el territorio se incorpora. Así, los impactos del extractivismo repercuten de otra manera, forzándonos a pensar la situación o, como sostenemos, a construir un pensamiento situado.
A su vez, la articulación entre cuerpo-territorio nos permite comprender otras luchas que suceden en simultáneo y que también nos atraviesan. Desde una investigación militante, Verónica Gago (2019) nos aporta algunas claves para seguir pensando. Ella sostiene que este concepto práctico evidencia cómo la explotación de los territorios comunes, comunitarios (urbanos, suburbanos, campesinos e indígenas) violenta el cuerpo de cada quien y el cuerpo colectivo por medio del despojo. Al desliberalizar la noción de cuerpo como propiedad privada individual, el cuerpo-territorio especifica una continuidad política, productiva y epistémica del cuerpo en tanto territorio. De esta manera, se revela como una “composición de afectos, recursos y posibilidades que no son ‘individuales’, sino que se singularizan porque pasan por el cuerpo de cada quien en la medida que cada cuerpo nunca es sólo ‘uno’, sino siempre con otrxs, y con otras fuerzas también no-humanas” (Gago, 2019, p. 91).
No hay confinamiento en la individualidad, en los límites del propio cuerpo, sino que hay una superficie extensa de sentires, trayectorias y memorias que exceden y se derraman del cuerpo habilitando la invención de otros modos de vida. Por esta razón, cuerpo-territorio “es una idea-fuerza que surge de ciertas luchas pero que tiene la potencia de migrar, resonar y componer otros territorios y otras luchas” (Gago, 2019, p. 93). Es precisamente esta premisa la que nos interpela: la capacidad de conexión de ciertos lenguajes e imágenes de lucha que impregnan realidades muy distintas respecto de aquellas donde surgieron.
En este contexto, su propuesta de pensar desde el cuerpo-territorio la radicalidad y densidad que tomó el debate sobre la legalización del aborto en Argentina nos aportó herramientas para la investigación y sentires para habitar la experiencia. El análisis de Gago excede este apartado, sin embargo, nos gustaría destacar algunos de los pliegues que ella le da a esta problematización cuando afirma que:
El cuerpo por el que se pelea al hablar de la legalización del aborto excede entonces la conquista de derechos individuales privados y la movilización masiva que ha impulsado su demanda desborda el pedido de reconocimiento legislativo al mismo tiempo que lo reclama. Y esto se debe a que revela la disputa por la soberanía de un cuerpo-territorio que permite conectar las luchas anti-extractivas con las luchas por el aborto. En aquellos días, en conversación con las compañeras del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), ellas contaron que por primera vez se estaba discutiendo en las comunidades lo que hasta entonces era un tema tabú y que la conexión con el avasallamiento sobre las tierras y la imposibilidad de autonomía que esto implica surgía en las asambleas. (Gago, 2019, p. 107)
La profundización de los debates mediante esta articulación también posibilita pensar una espacialidad contrapuesta a la del encierro doméstico. Así, tomamos la calle y la hacemos casa feminista, reorganizando el espacio de lo político en pos de evitar la reproducción de oposiciones como la de público vs. privado. Con esto se pone en evidencia que se puede construir conocimiento de otro modo, así como también se puede hacer política desde espacios distintos de los tradicionales. Ya no se trata de quedarnos en el ámbito de lo privado y desde ahí producir teoría. El cuerpo-territorio obliga a salir de los claustros para habitar aquellos ámbitos que no son más que una extensión de nuestra corporeidad. Sentir esta espacialidad nos conecta con formas de pensar y reflexionar que no nos vuelven sobre nosotras mismas en tanto individuos, sino en tanto territorio, tierra, montaña, río, monte.
Con todo, dar coordenadas, "compartir la ubicación" es abogar por el lugar de enunciación que, como dice Cruz Hernández (2016), implica desnudarse, re-pensarse y definir la subjetividad. En ese juego vale preguntarse si el conocimiento nos ha enriquecido como sujetxs a modo de corroborar la potencia de nuestros métodos. Si las formas en las que conocemos no nos sitúan en nuevos lugares, quizá no sea la ruta correcta.
“Sumerge el asunto en la vida del relator, para poder luego recuperarlo desde allí. Así, queda adherida a la narración la huella del narrador, como la huella de la mano del alfarero a la superficie de su vasija de arcilla” (Benjamin W, 2008, p.71).
La indagación desde un pensamiento situado, como una metodología en contexto, implica arrojarnos a algunas preguntas y sus posibles respuestas para seguir nutriendo diálogos futuros. Así, abrimos este juego a reflexionar en torno a nuestras investigaciones militantes urgentes. Llegamos hasta aquí a una cuestión central que nos deja el apartado anterior: ¿qué lugar ocupan los cuerpos de las mujeres en los territorios?
Consideramos que uno de los modos de interrumpir el orden capitalista y colonial de expropiación, explotación y dominio—que cada vez es más violento contra nuestros cuerpos-territorios—es el acto de testimoniar como un gesto de estar vivxs. Ese acto construye una teoría viva que—recuperada de nuestras propias voces en y desde nuestras narraciones— recrea nuevos modos de estar en común. Por esto nos preguntamos ¿qué posibilidad de hacer visibles nuestras preocupaciones nos da el acto de narrar(nos)?, ¿qué puede una narrativa?, ¿qué dice?, ¿qué trama?, ¿que calla? (Ripamonti, 2017).
Tal como sostiene Francesca Gargallo en su libro Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en Nuestra América:
Narrar es una de las formas de dar a conocer. Está presente en todos los tiempos, en todos los lugares, en todas las sociedades y permite, en ocasiones, como ya lo decía Roland Barthes, la comunión entre seres humanos de culturas diversas. Narrar, es pues, el modo de transmitir, aprender y dar significado a las historias. (Gargallo, 2013, p.33)11
Al dar respuestas a los interrogantes y reconsiderar la propuesta de agenciar ciertas metodologías alternativas, problematizamos nuestros mismos lugares de enunciación en la posibilidad de ir más allá del “permiso para narrar” (Edward Said citado por Bidaseca, 2017). Hablar y hablar(nos) abre al gesto político de ser mujeres en el mundo patriarcal, colonial y racista contemporáneo. Hay un dejarnos afectar como punto de partida, donde lo que toma valor es lo que se puede construir como un saber en común y en colectivo, conjuntamente con lo que se siente, lo que se tiene, lo que se necesita. Ese dejarnos afectar y fluir nuestros cuerpos-territorios implica comprender, siguiendo a Cabnal (2010), que el daño y la expropiación se consolidó a través del cuerpo de las mujeres. Esto significa que la relación vida/muerte está permanentemente ligada al extractivismo.
Así pues, el modo en que hacemos teoría viva es la relación entre narrativa, testimonio y experiencia. Siguiendo a Ripamonti (2017), quien narra corre riesgos, se arriesga y arriesga aquello que lo excede. Narrar está lejos de informar, de definir, de establecer y mucho más distante de postular enunciados que luego se constituyan en verdades irrefutables o generalizaciones epistémicas con garantías a largo plazo.
Cuando hay experiencias socio-históricas y socio-territoriales, hay anudamientos, deslizamientos espacio-temporales entre presente/pasado y futuro. Esos nudos del tejido deben atender a lo contingente, a lo alterno, a lo posible. Con esto, las experiencias son las que se anidan desde el testimonio (oral o escrito) constituyéndose como diferencias. Encontramos, siguiendo la perspectiva poscolonial de Mario Rufer (2018), que aquello que enuncia la multitemporalidad del presente enuncia al pasado no como olvido y pérdida en tanto índice que ya no existe, sino como una “huella del pasado”, es decir, como algo testimonial, algo vivo.
La narración conjuga lo testimonial con una cartografía particular de la experiencia, no su representación. Ripamonti (2017) sugiere pensar la narración como una escritura arraigada en la singularidad que no aspira a la universalización de la experiencia que la nutre.
[Narrar] es una escritura arrojada. Su sentido es dependiente de aquellas/os otras/os a quienes invita a habitarla. Es expresión de una diferencia. Diferencia que imagino como ese “fondo rebelde irreductible” que puede expresarse (y actuar) aún en el “equilibrio aparente de una representación orgánica” (Deleuze, 2006, p. 71). Diferencia como posibilidad de desborde, de un umbral que atraviesa su propio límite. (Ripamonti, 2017, p. 84)
Por ello, podemos afirmar que es un modo particular de habitar la experiencia con una mirada crítica, con aquel nudo problemático que tensiona, tracciona y finalmente, atraviesa nuestros discursos y los modos subjetivos de vivir, pensar y contar lo vivido (Sardi, 2013). Narrar(nos) es habitar la singularidad de la experiencia al crear un espacio de resonancia desde donde afectar(nos) para articular las voces y las escuchas.
Aquello que nosotras en este escrito llamamos teoría viva—entendida como la relación entre la narrativa, el testimonio y la experiencia— expresa efectos, marcas, heridas y cicatrices desde los cuerpos-territorios que narran. Acompañamos a Ripamonti cuando sugiere que las narrativas constituyen canteras para la labor de investigación, brindan herramientas para formular las problemáticas, las preguntas críticas y desfondantes y articulan aquello de lo que participamos, escuchamos y vemos.
En este último sentido, este escrito (in)disciplinado denuncia la invisibilización de saberes y subjetividades del heterogéneo mundo del Sur Global como producto del epistemicidio (De Sousa Santos, 2009), teniendo en consideración la urgencia de un hacer nacer la posibilidad de habitar y transformar desde la imaginación, la realidad.
Las próximas líneas apuestan a traer a la narración los modos subjetivos de vivir, pensar y contar lo vivido, tal como mencionamos con anterioridad. En consonancia con lo planteado por Yuderkys Espinosa Miñoso (2019),12 lo que nos anima “no son objetivos meramente teóricos—si es que algo como esto existiera—sino urgentemente prácticos (…) la convicción que toda acción se fundamenta en interpretaciones del mundo que a la vez son prescriptivas de mundo” (p. 2009). De esta manera reafirmamos nuestro quehacer, desmantelando la jerarquía de saber instituida entre “teoría” y “práctica” para volver sobre nuestra teoría viva que construye un horizonte de sentido político13.
A principios del año 2020, cuando los primeros casos de coronavirus llegaron a la Argentina, una sensación de incertidumbre nos invadió. Al principio, durante la cuarentena, en redes y medios masivos empezaron a circular distintas imágenes de lugares que, ante la no intervención humana, recobraban un aspecto silvestre. Flora y fauna parecían ganar terreno perdido ahora que las personas se encontraban confinadas en sus casas. La idea de que la producción estaba frenada, nos hizo creer que al menos por unos días la Tierra tomaba un respiro. Cierta ingenuidad y desconocimiento, nos proporcionó una especie de esperanza respecto a la posibilidad de reflexionar y disminuir el acelerado ritmo con el que el sistema capitalista reproduce extractivismo en cada rincón del planeta. Sin embargo, no tardaron en aparecer noticias que desmentían nuestros ensueños. Particularmente en Argentina: desmontes en el Chaco (Diez,2020), incendios en los humedales del Paraná (Kandus, Morandeira, Minotti, 2020 ), el avance de la minería en Chubut (El Diario, 2020), la desprotección de la naturaleza en Santa Cruz (Urouro, 2020), los feminicidios a lo largo y a lo ancho del país, la lista sigue. Y lo que ha sido peor, la situación se ha ido recrudeciendo. El invierno y la sequía no ayudaron. Los fuegos provocados de manera intencional se extendieron por distintos territorios.
La provincia de Córdoba, territorio desde donde nos narramos investigando y militando, se vio asediada por la quema de más de 400.000 hectáreas de bosque nativo entre el año 2020 y el 2021 (Britos-Castro, 2021b; Díaz-Romero, 2021). En el transcurso de los meses el ecocidio, dicha quema ha significado una herramienta de gestión de muerte que constituye un daño irreparable para nuestros montes nativos y, por ende, para nuestras comunidades.
Con el inicio del año 2021 y la continuidad del distanciamiento social preventivo y obligatorio, el neoextractivismo adoptó nuevas formas. En complicidad con la empresa Camino de las Sierras, el gobierno de la provincia buscó—y aún lo continúa haciendo— avanzar sobre el territorio quemado en el incendio de 2020 con un proyecto vial que forma parte del Plan IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana) y que tiene sus inicios en el año 2018 (Molina, 2021; Maina-Waisman, 2021)14.
En abril del año 2021 el proyecto “Alternativa Ruta N° 38: tramo variante Costa Azul-La Cumbre” vuelve a ponerse en marcha. Ante esta situación, lxs vecinxs autocovocadxs, las organizaciones socio-ambientales y las comunidades indígenas de la provincia, pero principalmente del valle de Punilla, nos organizamos para brindar información, promover la participación en la Audiencia Pública virtual y denunciar tanto el incumplimiento de instancias reales de participación ciudadana como las distintas normativas que se estarían violando15. Más de seiscientos expositores participamos de la audiencia, que tuvo como eje central informar sobre el grave impacto ambiental, cultural y patrimonial del trazado, así como también la apertura del diálogo para intervenir en de las decisiones que nos involucran sin que lxs gobernantes lo hagan a nuestras espaldas. La masiva audiencia pública virtual evidenció que nuestras exigencias apuntan a políticas públicas responsables, que impliquen un reordenamiento territorial participativo, una organización y una planificación en relación con las necesidades de la región de Quisquisacate16 (Britos Castro, 2021b).
Mientras escribíamos este artículo, preparábamos los escritos que expondríamos en la audiencia pública no vinculante con la convicción de politizar desde nuestras voces.
La propuesta de Alternativa a la Ruta N°38 que el gobierno de Córdoba ha presentado y que presiona para concretar destruirá gravemente todo nuestro ecosistema, que significa entre otras cosas, el 40% del agua de los cordobeses. El recorrido de esta autovía transcurre en un 33% por bosque nativo, catalogada como zona roja por la ley provincial N°9814 de Ordenamiento Territorial de Bosque Nativo que lo determina como perteneciente a sectores de muy alto valor de conservación que no deben transformarse; con 20 enormes puentes atravesará ocho cuencas hídricas que aportan al lago San Roque, lago cuyas aguas ya se encuentran en proceso de severa eutrofización (descomposición) y el impacto que sufrirán terminarán de degradar la región asolada por la falta de cloacas, los desmontes e incendios y la especulación inmobiliaria. (Britos Castro, 2021b, p.75)
Ante tanto avasallamiento y destrucción nos resulta imposible no narrarnos desde nuestros espacios-tiempos situados, más aun considerando que una de nosotras habita en este territorio. Narrar(nos) desde Quisquisacate es hablar en Quisquisacate, “hablar con” lo que nos atraviesa el cuerpo y no “hablar sobre” como meras espectadoras de nuestro presente en crisis (Britos Castro, 2021b). Esto implica hablar con la comprensión que se enuncia desde lo local, más allá de la forma binaria moderna y eurocentrada que concibe al Estado-nación y a su sociedad civil en términos de dominación social, política y cultural. De suerte que, narrar(nos) en Quisquisacate es una forma de gestión de la vida que apuesta por procesos de reconocimiento identitario de las comunidades indígenas que habitan el Valle de Punilla, por recuperar el abigarramiento lingüístico17 y la denuncia a la imposición de las lenguas coloniales, por asistir a la temporalidad propia de nuestro monte, por proteger la riqueza del bosque nativo, por resguardar la pluralidades de historias y culturas, por trabajar la tierra a distancia de la acumulación capitalista, por revitalizar las prácticas y las economías basadas-en-lugar (Escobar, 2003).
Abrirnos a experiencias vitales comunes es lo que nos posibilita potenciar los lazos que la historia moderna de la sistemática separación entre lo económico, lo político y lo social en su lógica de conquista y saqueo, de apropiación material y simbólica ha descomunalizado (Britos Castro, 2018; Britos Castro y Zurbriggen, 2020; Britos Castro, 2021a).
Así pues, la lucha en y por los cuerpos-territorios en el Valle de Punilla (Córdoba), acuñó en los últimos cuatro años la consigna “tenemos derecho a decidir cómo queremos vivir”. Esta consigna se consolidó como denuncia y como el posicionamiento claro de que las formas políticas locales disputan el horizonte de comprensión del mundo desarrollista y extractivista (Ross, 2021; Urouro, 2021b). 18.
Las palabras “desarrollo” y “progreso” resultan costosas para las experiencias latinoamericanas; llevan consigo la destrucción, el saqueo en forma sostenida y el avasallamiento constante de lo local, igualmente, propicia la vulneración de derechos. Hablar(nos) en Quisquisacate, entonces, implica hacerse cargo de la necesaria discusión epistémica-política sobre el proyecto civilizatorio moderno, las múltiples dimensiones que este presenta y la diversidad de actitudes. Creemos que los debates actuales que atraviesan las Ciencias Sociales nos interpelan profundamente y permiten reconstruirnos frente a los paradigmas dominantes. Como sugieren Omar Giraldo e Ingrid Toro (2020), no existe ningún pensamiento o conocimiento libre de sensibilidad y afectividad. Esta afirmación es nodal para este escrito, ya que los ecocidios se expresan en la devastación de la tierra, en la erosión de la vida, en la instauración y consolidación de proyectos de muerte, en el saqueo de la trama natural y no son acciones irracionales, muy por el contrario, son actos en donde se imbrican la razón y la afectividad.
En este contexto recuperamos el lazo de narrar(nos) desde lo común como un modo alternativo de reproducir la vida. Lo humano es naturaleza. “Somos tejido de vida”, como afirma Mina Navarro y Gloria Martínez (2020), por lo cual el ecocidio es un proyecto de muerte y frente a eso el hacer-común tiene que ver con hacer política colectiva. En el mismo momento en que luchamos, creamos una memoria que garantiza la (re)existencia, reelaboración y reactualización de los mundos de la vida.
En este hacer política colectiva expresamos la dimensión política que posee toda narrativa, en tanto configura subjetividades y modos de relación. Una narración visibiliza, hace circular, provoca una conversación, abre el espacio de lo público y lo hace desde una actualidad crítica de su presente.
Tomando nuevamente las palabras de Ripamonti “es política porque es una voz, habitante de una trama plural sin jerarquías axiológicas, pero con fuerza anamnética, en el sentido de una subversión del tiempo (lineal/ pasado/ padecido/ vivido). Es política porque constituye una práctica de resistencia al silencio” (2017, p. 86)19.
El hacer política colectiva nos conecta también con la noción de intersubjetividad política, en tanto nombramos una relación social, política y cultural entre diversos cuerpos-territorios, donde se comprenden y se reconocen múltiples experiencias de construcción de subjetividad desde lo local. Pensar desde la intersubjetividad política comprende un pluriverso de interpretaciones y sentimientos que, aún mediados por relaciones de poder jerárquicas de colonialismo y dominación, se definen y se expresan dando forma a la experiencia histórica de lo plural. (Britos Castro, 2018; Tapia, 2002). De tal manera, es la noción de intersubjetividad política la que posibilita la idea de co-habitar la modernidad epistémica-política colonial, es decir, articular los diversos aspectos políticos y experiencias históricas y culturales de las dinámicas propias de las formas locales y testimoniales de la resistencia. Por ello, conlleva una apuesta mayor a la de reconocer solo las formas simbólicas de las diferentes culturas, más bien implica subvertir el orden monocultural dominante y hegemónico.
La convocatoria a problematizar metodologías alternativas en consonancia con las epistemologías críticas nos interpeló rápidamente. En el último tiempo, pensar los modos en que conocemos se ha vuelto urgente. No solo por la importancia del posicionamiento político que eso implica, sino también por el hacer justicia a formas que están ahí pero que las metodologías tradicionales buscan depurar en pos de una asepsia que invisibiliza aquello que "contamina" nuestros modos de producir conocimiento.
A partir de lo desarrollado en los párrafos anteriores, consideramos relevante dar cuenta de las costuras del tejido que tradicionalmente se esconden. Nuestra intención es continuar apostando a la construcción de epistemes críticas y metodologías en contexto para nuestro pensamiento situado. Creemos que para esto debemos echar mano a un hacer político colectivo e intersubjetivo que sea transformador en y con la lucha.
Ciertamente, no está de más remarcar que no existe metodología sin supuestos epistemológicos, ni epistemología sin sustento metodológico, ambos se co-construyen en una relación dinámica y de alimentación recíproca. Al decir de Ripamonti (2017), las metodologías constituyen una suerte de caja de herramientas con las que contamos para elegir y construir aquellas que mejor se adecuen a nuestras problemáticas, a nuestras búsquedas, incluso podemos siempre modificarlas y hasta crear nuevas. En este sentido, este escrito es provocador de tensiones y cuestionador de verdades legitimadas. Elige la construcción de una teoría viva que se nutre de la relación entre narración, testimonio y experiencia como la instancia que marca lo genuino de nuestra propia escritura.
A su vez, el punto de partida es el cuerpo-territorio, como superficie extensa de sentires, trayectorias y memorias que exceden y se derraman del cuerpo habilitando la invención de otros modos de vida. La posibilidad de historiarnos (Roig, 1981) como cuerpo-territorio configura una memoria colectiva dinámica contraria a un registro de lo acontecido. Quienes narramos lo hacemos desde algo vivido, a partir de algo sentido, percibido e intersubjetivo. Por esto, como sostiene Ripamonti (2017), las construcciones de la memoria no son meramente personales sino ante todo políticas, y el presente de lucha se nutre del recuerdo que interfiere, actúa y disloca los significados.
Desde estos posicionamientos, buscamos comprender cuál es el problema por el cual aún no se incorporan las metodologías que surgen desde los márgenes. Ante un contexto de emergencia como el que nos atraviesa como humanidad (y no humanidad), es urgente tomar aquellas herramientas que quedan pendientes y fuera de circulación por mecanismos que imponen distintas instituciones. Estas siguen sin hacer carne las críticas a los dispositivos de la modernidad colonial y patriarcal que se construyen en el Sur Global desde hace décadas. Consideramos de suma importancia abandonar las pretensiones de objetividad y neutralidad en pos de instalar, como dice Maristella Svampa (2020), un paradigma del cuidado como marco sociocognitivo y un pacto ecosocial y económico.
El avance del negocio inmobiliario y agroindustrial sobre zonas declaradas como reservas o cuencas hídricas en Córdoba, Argentina, es otra cara de la lógica neoextractivista que continúa atravesando nuestros cuerpos-territorios (Domínguez, 2021). Los mecanismos de terror y guerra sostenida para apropiarse de las tierras nos dejan sin respiro y con una corpoterritorialidad al desnudo, sin tapujos, que clama por expresarse y resistir. Aquí hace sentido levantar nuevamente la voz y posicionarnos de manera firme ante estos avasallamientos. Cuando en el año 2018 se acuñó, en el Valle de Punilla, la bandera de lucha “Que el Progreso no cueste vida” muchas y muchos comprendimos que las disputas por la defensa de nuestro modo de vida no acaban con un acontecimiento específico, muy por el contrario, es la construcción constante de un horizonte epistémico y político de (re)existencia.
Con todo, en este escrito hemos ensayado una forma de respuesta a la pregunta por lo que pasa con nuestros cuerpos-territorios, y con ello, a los interrogantes por lo que hacemos, decimos y pensamos en tanto investigaciones militantes urgentes. Afianzamos la propuesta de un pensamiento contextualizado, a distancia de una racionalidad individual colonial y patriarcal, para acercarnos a un pensamiento como lugar de enunciación y como lugar de estar, un pensamiento como territorio, como hábitat. Hemos puesto el cuerpo y la palabra para abrir un espacio de interrogación a las metodologías alternativas y proponer una teoría viva.
En este sentido, y con base en los debates por los métodos y las epistemes, consideramos importante volver a pensar nuestro trabajo desde distintas aportaciones transdisciplinarias en pos de construir ese pensamiento situado y focalizado en los territorios, sus luchas y sus resistencias.
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1 Este artículo es producto de un trabajo colectivo de dos investigadoras-militantes, pertenecientes al proyecto de investigación: “Interpelaciones críticas a las ciencias sociales y las humanidades. Indagaciones desde lo social a lo político en contextos locales: plurinacionales, populares-populistas, autonomistas y comunitaristas” (SeCyT) del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades (CIFFyH) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Este escrito colectivo que realizamos es a partir de ubicar nuestro lugar de enunciación, como la filosofía política latinoamericana, en diálogo con las diversas aportaciones de las Ciencias Sociales. Consideramos que es central revisitar la construcción de subjetividades políticas desde las epistemes críticas al colonialismo, al capitalismo y al patriarcado. Al repensar la articulación de una filosofía política en y desde América latina, nuestras investigaciones están profundamente conectadas con la pregunta por la democracia en los sures y cómo desde allí desmantelar el imaginario moderno representativo del Estado-nación y la sociedad civil colonial. Estas páginas nutren nuestro desafío a seguir abogando por un pensamiento situado que tome nota de sus condiciones geopolíticas y la posibilidad de agenciar nuevas metodologías para nuestros contextos socio-históricos y socio-territoriales.
2 Ana Britos Castro, Dra en Filosofía por la FFyH-UNC, especialista en Epistemologías del Sur (CLACSO), docente de la FFyH-UNC y de la FES-UPC, becaria posdoctoral del CONICET e investigadora del Grupo de Trabajo “Anticapitalismos y sociabilidades emergentes” de CLASCO. Córdoba, Argentina. Correo electrónico: anivritos@gmail.com
3 Sofía Zurbriggen es Licenciada en Filosofía por la FFyH-UNC, doctoranda en Estudios Sociales de América Latina por el Centro de Estudios Avanzados (CEA)-UNC. Correo electrónico: sofiaz972@gmail.com
4 En homenaje a Ramona Orellano de Bustamante, mujer, luchadora de la tierra, que con su partida en junio de este 2021 nos ha dejado un legado de (re) existencia ( Facultad de Filosofía y Humanidades, 2021, Luque, 2021; Urouro, 2021a).
5 Lo primero que cabe resaltar es que la noción de colonialismo interno, que emerge de manera múltiple, cuestiona la continuidad de las condiciones coloniales en la organización de la vida social y en la relación entre sociedades. Esta primera definición del concepto hace referencia al sociólogo mexicano González Casanova (2009[1969]). Sin embargo, en este escrito nos resulta enriquecedor poder pensar ciertos desplazamientos teóricos que han realizado autores como la socióloga aymara Silvia Rivera Cusicanqui cuando sostiene que el colonialismo interno es “un conjunto de contradicciones diacrónicas de diversa profundidad que emergen a la superficie de la contemporaneidad y cruzan, por tanto, las esferas coetáneas de los modos de producción, los sistemas políticos estatales, las ideologías ancladas en la homogeneidad cultural” (2010, p. 36). Otro de los aportes lo brinda el filósofo político Luis Tapia cuando sostiene que el colonialismo interno opera en la relación entre sociedades y en el interior de ellas, produciendo asimetrías y jerarquías de poder. A su vez, contiene discriminación y explotación a partir de prácticas racistas, desconociendo a los distintos grupos multisocietales como parte de lo social (Tapia, 2014). En esta línea recuperada por Rivera Cusicanqui y Tapia, traemos como referencia un trabajo realizado por una de nosotras en el 2015 “Consideramos que, una alternativa para re-pensar al colonialismo interno es poder reconstruir las múltiples historicidades a través de métodos, conceptos, descripciones y narraciones locales” (Britos- Castro, 2016, p. 123).
Asimismo, reconocemos también la trayectoria de debates en torno al colonialismo y al colonialismo interno que han tenido muchos y muchas pensadores y pensadoras kataristas e indianistas-kataristas o lectores especializados y especializadas de los levantamientos indígenas como Portugal Mollinedo y Macusaya Cruz (2014), Mamani Ramírez y Cruz (2011), Escárzaga (2012), Choque Canqui (2014), entre otros y otras.
6 La riqueza que encontramos en la significación de un entre-tejido entre perspectivas teóricas y los saberes que nacen al calor de las luchas en los territorios, nos lleva a sostener que la distinción entre “teoría” y “práctica”, propia de la razón moderna ilustrada, resulta estéril desde nuestro lugar de enunciación y para la construcción de metodologías alternativas. Más bien, hemos apostado a la expresión de una teoría viva que se comprenda como un “quehacer” y desde nuestro legado de la filosofía latinoamericana este quehacer posibilita un pensamiento situado (Roig, 2009[1981]. Con todo, para nosotras la noción de teoría viva apunta en este escrito a desmantelar la jerarquía establecida que ubica a la “teoría” por encima de la “práctica”, y en ese gesto, propiamente colonial, legitima su pretendida superioridad.
7 La noción de abigarramiento o de “formación social abigarrada” procede de la teoría del pensamiento local de René Zavaleta Mercado (2013[1983]), quien argumenta que es el modo a través del cual fue posible nombrar y explicar diversos tipos de superposiciones histórico-políticas y socioculturales que son tramadas a partir de la lógica colonial. Lo abigarrado posibilita pensar la coexistencia y “sobreposición” (Zavaleta, 2013[1983]) desarticulada de varios elementos que hacen a lo social: el tiempo histórico, los modos de producción, las diversas concepciones de mundo, las diferentes lenguas, culturas y estructuras de autoridad.
Para nosotras, considerando las reapropiaciones, sobre todo la de Luis Tapia, que se han hecho de concepto zavaletiano, lo abigarrado implica una multiplicidad de historias y narraciones que se dan en distintas temporalidades yuxtapuestas, en y entre distintas culturas, en diversos lenguajes y modos de comunicación, y especialmente en y desde tramas comunitarias de reproducción material de la vida colectiva.
Mientras persista algún margen social abigarrado, es decir, yuxtapuesto y sobrepuesto socialmente, la condición colonial no desaparecerá de ese ámbito de relaciones sociales y políticas. Retomar la idea de abigarramiento social habilita a pensar que esas coexistencias y sobreposiciones permiten refutar, por un lado, la cristalización de una sociedad civil homogénea como único orden social posible ante heterogeneidad latinoamericana, y, por otro, que el capitalismo modificó de plano los modos de producción no modernos (Britos Castro, 2021a).
Cabe remarcar que comprender lo social en algunas experiencias de América latina como abigarradas implica plantear una perspectiva crítica al orden moderno colonial y, al mismo tiempo, pensarlo como una problemática filosófico-política que debe valorarse.
Para ampliar las lecturas en torno a lo abigarrado véase Tapia, 2016[2002a], 2002b; Britos Castro, 2017, 2021(Tesis Doctoral); Chavéz y Chavéz, 2017; Giller y Ouviña, 2016, entre otros y otras.
8 El concepto de sentipensamiento fue popularizado por Orlando Fals Borda (1986) quien aprendió las concepciones populares ribereñas de la Costa Atlántica mientras realizaba sus investigaciones. El sociólogo Arturo Escobar, valiéndose de Fals Borda, también desarrolla la noción y sostiene que “Sentipensar con el territorio implica pensar desde el corazón y desde la mente, o co-razonar, como bien lo enuncian colegas de Chiapas inspirados en la experiencia zapatista. Es la forma en que las comunidades territorializadas han aprendido el arte de vivir " (Escobar, 2014, p. 16).
9 Verónica Gago sostiene que teorizar al neoextractivismo como una lógica de valorización y como un régimen político (no solo económico) desde el punto de vista de las luchas por el cuerpo-territorio, nos da la posibilidad de entender la lógica extractiva como nueva forma colonial a la vez de despojo y explotación. Este desplazamiento amplía la noción de extractivismo más allá de las materias primas y de los territorios campesinos e indígenas hacia territorios urbanos y suburbanos (Gago, 2019).
10 En pos de construir estos puentes, desde el 2012 Cruz Hernández participa del Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo, quienes impulsan encuentros entre mujeres organizadas para poner en práctica herramientas de cartografía social y corporal donde se visualizan los vínculos entre cuerpos y territorios.
11 Para mayor desarrollo sobre este punto véase a Francesca G. (2003).
12 Recuperamos el texto de Yuderkys Espinosa Miñoso (2019) ya que nos brinda más herramientas, además de las presentadas en el apartado anterior con las nociones de cuerpo-territorio, para reforzar nuestra propuesta teórica-metodológica. La noción de “hacer genealogía de la experiencia” si bien excede este escrito, alimenta un recorrido para continuar nutriendo nuestro “narrar(nos) en Quisquisacate y desde el cuerpo-territorio”.
13 Respecto de la escisión entre “teoría” y “práctica” volver a la nota al pie número 7 de este escrito.
14 Debido a la gran resistencia de la comunidad, el proyecto de autovía y el crecimiento inmobiliario desmedido fue frenado en el año 2018 llegando solo a realizarse la primera parte correspondiente al puente De La Sota sobre el Lago San Roque.
15 Amsler, René abogado ambientalista, respecto de la Autovía de Punilla en Enredando Las Mañanas "Es irreversible el daño que van a generar. Le pedimos al Tribunal Superior de Justicia que dicte la medida cautelar, porque si no va a ser la ciudadanía la que va a tener que actuar para evitar que ese daño se produzca” (Entrevista a Amsler, 25/11/2021).
16 El asentamiento antiguo de Quisquisacate (unión de ríos) fue el paraje más poblado por comunidades, cuya lengua era la henia o enin y el camiare. A partir de procesos de colonialismo interno, la lengua quechua y el español fueron las que se impusieron sobre las demás. Esto sucedió en todo el territorio de la provincia de Córdoba. La Reserva natural de la Comuna San Roque, Reserva Quisquisacate, fue reconocida mediante la Res. 173/19 con fecha del 8/02/2019 por la Comuna de San Roque, comisión comunal. Dicha documentación no se encuentra en formato digital para más información véase https://web.facebook.com/SanRoqueDespierta/photos/pcb.1077399785801892/1077395549135649/ . Dicha Reserva en agosto de 2020 se vio profundamente afectada por los incendios ( Britos Castro, A.; Álvarez M. E.; Sánchez, C., 2020b).
17 Véase González Almada, M (2017).
18 Las Asambleas de Punilla y la Asamblea en defensa del ambiente Córdoba Capital nos hemos pronunciado frente a la situación que se vive desde finales de 2020. Uno de los actos masivos fue la marcha el 23/12/2020 a la legislatura de Córdoba a la sesión en contra de la traza que nos quieren imponer. Para ver nuestros pronunciamientos y los mapas de la nueva autovía de montaña: https://www.facebook.com/Unidos-por-el-Monte-375026479532260 .
19 Paula Ripamonti, la intelectual que recuperamos en este escrito trabaja la noción “fuerza anamnética” a partir de la lectura de Manuel Reyes Mate y la extensa labor respecto de la categoría “justicia anamnética”, la cual supone una concepción del derecho como reparación poniendo el acento en las víctimas y en las injusticias padecidas. Ripamonti, desde aquí, argumenta que es preciso una revisión crítica de la historia y de la tradición filosófica occidental en su proyecto ilustrado y de dominación.
El escrito de Ripamonti ha sido motivador a nuestra construcción de una teoría viva desde varios elementos que la filósofa mendocina presenta, aun así, todo su desarrollo sobre la memoria y el olvido en la recuperación de la historia excede este desarrollo y motiva a futuras escrituras.