Karl Marx en clave de actualidad Resignificaciones, descentramientos y resistencias desde el Sur Global1


Karl Marx in the Key of Actuality Resignifications, Decentering and Resistances from the Global South


Karl Marx na chave atual Resignificações, descentralização e resistência do Sul Global


Recibido el 14 de julio de 2021. Aceptado el 21 de febrero de 2022.


Álvaro Acevedo Tarazona2
https://orcid.org/0000-0002-3563-9213
Colombia

Melissa Quiroz Prada3
https://orcid.org/0000-0002-0742-6683
Colombia

Para citar este artículo:

Acevedo Tarazona, Á; Quiroz Prada, M. (2022). Karl Marx en clave de actualidad. Resignificaciones, descentramientos y resistencias desde el Sur Global. Ánfora, 29(53), 19-41. https://doi.org/10.30854/anf.v29.n53.2022.844

Resumen

Objetivo: en este artículo se pretende dar respuesta a resignificaciones, descentramientos y resistencias vividas en el Sur Global, y su interrelación con los movimientos antisistémicos como expresiones de un creciente inconformismo social. Metodología: se centra en el análisis conceptual de teóricos como Marx, Wallerstein y Hobsbawm, desde sus escritos, con el propósito de descubrir nuevas explicaciones con respecto a problemas políticos y socioeconómicos latentes en el momento actual, los cuales se han visto agravados con la actual pandemia de la COVID-19 Resultados: la existencia de expresiones de rebeldía, en general, se constituyen en movimientos antisistémicos con propósitos de derrumbar todo lo existente y promover un nuevo sistema histórico diferente de todo lo vivido. Dentro de los nuevos movimientos antisistémicos, con una línea temporal de comienzo que se podría fijar desde el año 2011 en América Latina y el mundo, se evidencia un cambio tanto en la forma de concebir la protesta como en la relación que se instaura con los demás sujetos, y con la tecnología cibernética o de sistemas de comunicación electrónicos y mecánicos cada vez más sofisticados. Conclusiones: cada teórico de las ciencias sociales responde a su época y a los problemas propios de la sociedad de la que es parte. La época actual no es la excepción y se retoman aspectos de otras actualidades pasadas para comprender este presente cada vez más convulso y con problemas no resueltos de vieja data, entre ellos, las enormes diferencias y desigualdades entre los denominados países del Primer Mundo y el Sur Global.

Palabras clave: América Latina; comunismo; marxismo; movimiento social; resistencia.


Abstract


Objective: this article aims to respond to resignifications, decentering and resistances experienced in the Global South, and their interrelation with anti-systemic movements as expressions of a growing social nonconformism. Methodology: Critical análisis of the writings of theorists such as Marx, Wallerstein, and Hobsbawm with the purpose of discovering new explanations regarding current latent political and socioeconomic problems that have been aggravated by the current COVID-19 pandemic. Results: the existence of expressions of rebellion, in general, constitute anti-systemic movements with the purpose of overthrowing everything that exists and promoting a new historical system different from everything that has been lived. Within the new anti-systemic movements, with a starting timeline that could be set from 2011 in Latin America and the world, there is evidence of a change both in the way of conceiving protest and in the relationship established with other subjects, and with cybernetic technology, or increasingly sophisticated electronic and mechanical communication systems. Conclusions: each social science theorist responds to his time and to the problems of the society of which he is a part. The current era is no exception and aspects of other past actualities are taken up again to understand this increasingly convulsive present with unresolved, long-standing problems, among them, the enormous differences and inequalities between the so-called First World countries and the Global South.

Keywords: Latin America; communism; marxism; social movement; resistance.


Resumo


Objetivo: este artigo visa responder às resignações, descentralização e resistências experimentadas no Sul Global, e suas inter-relações com movimentos anti-sistêmicos como expressões de um crescente não-conformismo social. Metodologia: teóricos como Marx, Wallerstein e Hobsbawm foram analisados a partir de seus escritos com o objetivo de descobrir novas explicações sobre os atuais problemas políticos e sócio-econômicos latentes, que foram agravados pela atual pandemia da COVID-19. Resultados: a existência de expressões de rebelião, em geral, constituem movimentos anti-sistêmicos com o propósito de derrubar tudo o que existe e promover um novo sistema histórico que seja diferente de tudo o que foi vivenciado. Dentro dos novos movimentos anti-sistêmicos, com uma cronologia que poderia ser definida a partir de 2011 na América Latina e no mundo, há evidências de uma mudança tanto na forma de conceber o protesto quanto na relação que se estabelece com outros sujeitos, e com a tecnologia cibernética ou sistemas de comunicação eletrônica e mecânica cada vez mais sofisticados. Conclusões: cada teórico das ciências sociais responde a sua própria época e aos problemas da sociedade da qual ele faz parte. A era atual não é exceção, e aspectos de outras realidades do passado são retomados a fim de compreender este presente cada vez mais convulsivo com seus problemas há muito pendentes, incluindo as enormes diferenças e desigualdades entre os chamados países do Primeiro Mundo e o Sul Global.

Palavras-chave: América Latina; comunismo; marxismo; movimento social; resistência.


Introducción


El tránsito del primer año de la década de 2020 fue dramático para una sociedad planetaria que no estaba preparada para afrontar en todos los niveles de prevención a una pandemia de escala mundial. Para Harari, en los próximos años se avecina un cambio inevitable en los Estados nacionales y en los sistemas económicos, particularmente por el recrudecimiento de la pobreza y el aumento de controles ideológicos en los escenarios de la vida privada (2020). Las poblaciones de América Latina y el Caribe vivieron en zozobra desde que se conocieron los primeros brotes de la pandemia por la COVID-19. A mediados del año 2021 el temor continuaba ante sistemas de salud colapsados y millones de personas que vivían atemorizadas ante la disyuntiva de salir a trabajar y contagiarse o permanecer en casa sin posibilidades de subsistir.

Hoy el marxismo con sus resignificaciones y descentramientos continúa siendo fundamental para responder a grandes desafíos explicativos de la sociedad, no solo en esta coyuntura sino frente a procesos de conflicto de suma gravedad que ya se advertían desde comienzos del siglo XX, en lo que se ha denominado la crisis de los grandes paradigmas conductores de la sociedad y la crisis estructural del capitalismo en su fase oligopólica y neoliberal. De tal manera que, recurrir al marxismo, en sus resignificaciones y descentramientos conceptuales y metodológicos, puede contribuir a encontrar nuevas explicaciones y por qué no, soluciones, frente a los problemas actuales del mundo (Fontana, 1992, p. 9).

La línea argumental propuesta por Žižek (2014) sostiene que un acontecimiento puede recodificar el mundo social e incluso promover una mayor incertidumbre por el futuro, al punto que habrá un antes y un después en todas las dinámicas sociales. Este fue el caso de la pandemia de la COVID-19, especialmente por el aumento de la virtualidad y el recurso de la educación remota de emergencia (Acevedo et al., 2021). Pero tal vez, el mayor impacto se ha sentido en la esfera económica, porque después de la Segunda Guerra Mundial no se había experimentado una disminución tan acelerada del producto per cápita, con efectos devastadores para países y sectores sociales vulnerables. Efectos que mostraron las profundas desigualdades económicas del mundo y la incapacidad del sistema capitalista neoliberal de dar respuesta a la crisis, sin descontar las olas expansivas de desinformación y noticias falsas por medio de la Internet y apps hasta constituirse en «virus ideológicos» (Žižek, 2020).

Al análisis de los efectos de la COVID-19 también se ha sumado el de Han (2020, p. 22), arguyendo que, bajo el principio de la globalización, cuya meta final es maximizar ganancias, se produjeron exponencialmente máscaras protectoras y medicamentos en todo el mundo, de tal manera que ya no se producía para las personas sino para el capital; un propósito, como lo expresó en su momento Marx, que reduce al hombre a su órgano sexual con el único fin de parir hijos. De tal manera que hoy nos explotamos a nosotros mismos bajo el supuesto de una libertad individual inalienable, pero ciertamente lo estamos haciendo bajo un régimen neoliberal que nos hace creer que nos autoexplotamos por nuestra propia cuenta y deseo, así en realidad nos hayamos constituido en unos siervos de la importancia excesiva del capital.

En un texto muy corto y ampliamente difundido de Wallerstein, que lleva por título Incertidumbre y creatividad, ya se advierte que la primera mitad del siglo XXI será difícil y perturbadora. Una premisa que se confirma cuando se estudia el pasado y se reconoce que los sistemas históricos tienen vidas finitas. De manera que todos los sistemas históricos tienen un comienzo, largos periodos de desarrollo y muerte cuando se alejan del frágil equilibrio que los sostiene. Una segunda premisa, advierte también Wallerstein, está dada por inputs y outputs , los cuales están relacionados. De acuerdo con Wallesrstein, pequeños inputs provocan grandes  outputs y viceversa; su resultado es indeterminado (2021).

Una tercera premisa es que el moderno sistema-mundo, como sistema histórico, ha entrado en una crisis terminal —al igual que todos los sistemas históricos— y lo más probable es que este no exista como tal dentro de cincuenta años o algo más. Es obvio que tampoco se puede determinar si el sistema resultante será mejor o peor que el actual, pero al igual que todas las transiciones, finalmente, señala Wallerstein, que será una etapa confusa y de resultados inciertos (2021).

Este fenómeno, de alguna manera, empezó a vivirse a partir de 1989 cuando colapsaron los denominados países comunistas y el mundo, en general, ingresó en una etapa de políticas neoliberales, en contraposición a políticas sociales de Estado. Esta fase neoliberal, sin embargo, también arrastra el peso de su crisis, porque incluso el liberalismo en sus fases tempranas prometió reformas para mejorar las desigualdades del sistema-mundo y reducir polarizaciones; no obstante, su propósito no solo sería una ilusión fallida sino también una desilusión, pues el cambio no llegó e incluso se acrecentó una brecha cada vez más amplia entre riqueza-pobreza y una polarización en continuo crecimiento. Ante estas circunstancias, como lo señala Wallerstein, seguramente se producirán «considerables tumultos, del mismo tipo que los ocurridos durante los años 90, extendiéndose desde las Bosnias y Ruandas de este mundo hacia las regiones más ricas (y consideradas más estables) del planeta, como los Estados Unidos» (2021).

Wallerstein también considera que la revolución cultural de 1968 y la crisis económica planetaria de 1972-1973 son el punto sin retorno de la hegemonía norteamericana en el siglo XX (Acevedo, 2017, p. 23). Precisamente y solo por señalar unos ejemplos, los estallidos antisistémicos vividos desde el año 2011 con el movimiento de los Indignados en España o con el estallido social en Chile, o en el año 2019 en Colombia —con un claro acento a partir del 28 de abril de 2021, fecha en la que se protesta tras una probable reforma tributaria en plena pandemia por la COVID-19— mostraron un inconformismo a nivel local y mundial, en especial en el Sur Global, consecuencia de una polarización política y de una innumerable lista de inconformismos sociales padecidos.

Los estallidos actuales son los efectos de una crisis del capitalismo como sistema-mundo imperante, con movimientos antisistémicos que se han venido expresando desde 1968 y con pequeños inputs que llegarían a constituirse en grandes inputs , entendidos como insumos o recursos en procesos con cierto aliento y que se transforman en materia prima para nuevas movilizaciones y nuevos estallidos sociales. En este sentido, Wallerstein retoma algunas conclusiones expuestas por Marx en su momento, quien en sus obras presenta un agudo análisis del desenvolvimiento social de su contemporaneidad. Si algo le preocupaba a Marx eran las problemáticas latentes de su época. Así es como Marx y Friedrich Engels exploraron el desenvolvimiento histórico en apertura a un nuevo mundo. Precisamente, La ideología alemana (Marx, Engels, 2014), en el ítem denominado «Historia», sostiene que esta marcha se da en condiciones completamente distintas a las circunstancias anteriores mediante nuevas actividades que no se pueden ordenar en una finalidad o teleología sino en las propias formas productivas que surgen como resultado de nuevas formas de dominación social; de tal modo que en la formación social imperante, para sacar adelante los fines que persigue, la clase dominante se ve obligada a presentar su propio interés como el interés común, llámese, en este caso, formación social capitalista .

En la Introducción general a la crítica de la economía política (Marx, 2006) se expone también la necesidad de reconocer que en la economía la población es la base de la producción de una formación social, pero no una población considerada de manera abstracta y vacía que deja por fuera el trabajo, la división del trabajo y todos los componentes en general de una formación social económica en la que convergen la producción, los medios de producción, las relaciones de producción, las relaciones de tráfico y de propiedad, las formas de Estado y sistemas políticos. Interacciones en las que puede emerger la sociedad civil y en las que incluso la guerra se puede desarrollar antes que la paz y estar condicionada por ejércitos o fuerzas armadas en general. Bajo estas consideraciones, advierte Marx, en un Estado social llegará el momento en el que las fuerzas materiales productivas de la sociedad chocarán con las relaciones de producción existentes, especialmente con las relaciones jurídicas sobre la propiedad. Así, para Arendt (2013), las revoluciones siempre han estado presentes en la historia y no necesariamente como el cambio abrupto de un Estado social a otro, sino también como emergencia de nuevas fuerzas en la historia.

Incluso los textos del denominado joven Marx responden a problemas puntuales de su sociedad y se constituyen en una crítica punzante a un modo de producción capitalista que demanda compromisos políticos y de lucha de las clases sociales sometidas, especialmente de la clase obrera, para combatirlo. Si algo le preocupa a Marx es desocultar la contrariedad e incluso el patetismo con el que las instituciones se han arrodillado al nuevo sistema económico, poniendo en jaque libertades y llevando las contradicciones a un relativismo inmoral que incluso cuida la propiedad privada de los robos, pero ignora que la propiedad privada es el primero de los grandes robos (Marx, 1983). Por supuesto, a Marx le era imposible entrever, siquiera, todas las dinámicas posteriores de las fases del capitalismo, pero incluso hoy se puede considerar que parte de sus planteamientos sobre la relación entre trabajo y capital tienen un influjo en las nociones de capital humano (idoneidad-máquina) de Michel Foucault y de trabajo inmaterial de Mauricio Lazzarato y Antonio Negri (Del Valle, 2015).

Tiempo después y con una mayor madurez, Marx se encontrará comprometido con un proceso político explicativo de largo alcance sobre el decurso del capitalismo; la lucha por las libertades solo le ha acarreado a Marx problemas de parte del establishment, de los partidos obreros e incluso de los anarquistas. Para sellar las paces de una vez por todas, Marx escribe el Manifiesto del Partido Comunista, obra que se inscribe como una historia negativa con un fin político, un materialismo histórico aplicado al objetivo de una lucha de clases. De este modo, para Marx el reconocimiento del comunismo es prueba de la construcción de una historia negativa, es decir, desde el reconocimiento de partes antagónicas que producen debate y conflicto a la par que conducen a cambios, en otras palabras, la historia es negativa y confluye en la lucha de clases. La tercera parada en la construcción explicativa histórica de Marx se evidencia en el 18 brumario de Luis Bonaparte, texto mucho más descriptivo de los procesos sociales con el reconocimiento de los acontecimientos que condicionan la historia y la escritura de la misma, y, por supuesto, también dejan ver la lucha de clases y el impulso que estas le imprimen a la historia.

De esta manera, Marx busca tanto en los procesos de largo aliento como en los acontecimientos históricos, luces que diluciden la explicación del cambio. En su análisis dialéctico es posible que el cambio esté ahí y que solo falte el estallido social, la revolución frente a formaciones socio-económicas adoptadas por el capitalismo. El devenir, bajo esta perspectiva, ya no es algo del todo predecible pero sí explicable en sus tendencias generales; tampoco implica la interrelación de fuerzas antagónicas que transforman la realidad histórica de manera única en cada contexto. De igual forma, el Estado también se constituye en una correlación de fuerzas antagónicas que definen de manera particular las contradicciones entre la lucha de clases. Por tanto, Marx propone hallar un sentido de la historia, incluso del acontecimiento, de la eventualidad como medida causal del cambio con sus contradicciones.

Así es como en el presente artículo se cuestionan las resignificaciones, descentramientos y resistencias vividas en el Sur Global en el momento actual, a partir del enfoque histórico que propone Marx para explicar el curso de la historia. Un propósito que tiene nuevas rutas de explicación en la talla de intelectuales marxistas como Wallerstein y Hobsbawm, por señalar a estos como unos de los mejores analistas y críticos del marxismo, con una mirada explicativa de los procesos históricos. En tal sentido, advierte Hobsbawm, la fuerza de los planteamientos de Marx y Engels se deja ver en El Manifiesto comunista, un texto que, por supuesto, fue hecho para unas condiciones muy particulares de las primeras fases del capitalismo, pero que en sus líneas ya nos señala que este modo de producción no es triunfal ni estable, sino que es una fase temporal de la historia de la humanidad, al mismo tiempo que las tendencias históricas de su desarrollo serán a largo plazo (1998a, p. 8).


El enfoque metodológico: el marxismo y los historiadores


La metodología utilizada para el desarrollo de este artículo es cualitativa y se inscribe en el paradigma interpretativo. Desde esta perspectiva, el sujeto es un individuo que comparte significados y construye la acción interpretando y valorando el mundo social desde el análisis y la descripción (Cohen, 1990). Además, entiende que la reflexión se hace en y desde la praxis, conformándose la interpretación de la realidad a partir de los significados y representaciones que elabora el propio sujeto en la interacción con los demás dentro de la particular globalidad de un contexto determinado. Desde esta perspectiva, se intenta también comprender la realidad considerando que el conocimiento no es neutral ni único. Se entiende, igualmente, que las interpretaciones del mundo social no son estáticas, sino que pueden variar por aspectos políticos, sociales y culturales (Bolio, 2014).

Para el desarrollo del artículo se ha recurrido a los conceptos de resignificación, descentramiento y resistencia. A partir de los planteamientos de Hobsbawm (1998b) se reconoce también que el sentido por el pasado y la explicación del presente se entiende como una dimensión permanente de la conciencia humana, un componente indisoluble de las instituciones, valores y demás elementos constitutivos de la sociedad. En este cometido, el principal objetivo del investigador es dar una nueva perspectiva a la explicación social desde la preocupación por las relaciones existentes entre el pasado, el presente y el futuro, es decir, a partir del tiempo. Hobsbawm hace énfasis en que pertenecer a cualquier comunidad humana significa adoptar un sentido propio del pasado, que se manifiesta en el presente y se proyecta al futuro. Sin embargo, el uso social del pasado, según el autor, tiene sus problemas concretos, los cuales son el pasado como genealogía y el pasado como cronología. En cuanto a la genealogía, se entiende la profunda atracción que ejerce el pasado como continuidad y tradición. Es decir, que el carácter fundacional de una sociedad es lo que marca la relación con su tiempo, pues toda sociedad considera oportuno dejar constancia del transcurso del tiempo y de la sucesión de acontecimientos vividos. De tal manera que, si la historia da cuenta de una sucesión de procesos y de cambios direccionales de estos procesos, la cronología ayuda a ordenar incluso los acontecimientos que pueden estar dispersos.

Con respecto a lo que puede aportar el investigador a la explicación de la sociedad contemporánea en clave de explicación marxista, hay que decir que el investigador, desde este enfoque, no predice a ciencia cierta los acontecimientos venideros a partir de un análisis del pasado. Lo que le compete al investigador es develar que el cambio y las transformaciones, primero, no son totalmente universales y, segundo, reconocer que tampoco está en su manos predecir el futuro como algunas sociedades se lo asignan, sino más bien identificar y evidenciar los mecanismos del cambio histórico de las sociedades humanas; es decir, dar un resignificado, intentar resaltar los cambios que se logran evidenciar en las sociedades y sus posibles tendencias futuras; hacer evidente que los cambios y transformaciones por las que transitan las sociedades no han sido siempre las mismas. Esta tarea, en buena medida, debe reconocer, así mismo, que los cambios en la sociedad son efecto de transformaciones materiales, y que estos cambios implican, entonces, reconocer las formaciones sociales, sus contradicciones y luchas, y, por supuesto, las condiciones de su producción material.

Ahora bien, en estas formaciones sociales de producción en permanente lucha y tensión, es posible también explicar lo acontecido desde la historia vista desde abajo o desde la historia de la gente común, puesto que la masa social tiene también incidencia en el decurso de la sociedad. Para Hobsbawm, por ejemplo, en el Antiguo Régimen los enfrentamientos de las masas contra sus dirigentes eran casi siempre en el plano de lo inmediato; es decir, las revueltas no eran en contra del establecimiento propiamente, sino en contra de sus dirigentes directos. De manera que la historia desde abajo se expresa con cierta evidencia, con la historia de los movimientos en masa del siglo XVIII y sigue presentándose en la actualidad. La primera gran ola de tales estudios se dio en Francia antes de la Segunda Guerra Mundial, y en el resto de Europa y el mundo se presentó durante la posguerra, con la aparición de miradas marxistas, con las cuales hubo un aumento de los estudios sobre la masa, en especial de los trabajadores amparados en el fortalecimiento del movimiento obrero. Hoy los estallidos sociales, de alguna manera, son expresiones en masa, ello implica estudiarlos desde la perspectiva marxista de la historia desde abajo, y desde el concepto de resistencia, esto es, como el discurso oculto que «se hace público o, dicho de otro modo, cuando se pasa de la resistencia a la rebelión, al desafío abierto al poder» (Rajchenberg, 2015, p. 51). Este último concepto será desarrollado en el tercer apartado de este artículo.


El marxismo para entender los movimientos antisistémicos: una vuelta a los años sesenta

El marxismo, el socialismo y el comunismo fueron una tríada temática de la misma naturaleza que compartieron y consumieron los jóvenes de todo el mundo en los años sesenta y setenta. Los textos de esta tríada temática expresan una creciente inconformidad con el statu quo de la sociedad anquilosada por el consumo de la etapa de posguerra. En la movilización social y el consumo de 1968 se pueden también identificar aspiraciones que incitan a una revolución cultural en consonancia con planteamientos políticos que rompen con la opción democrática y se acercan más a la corriente socialista. Cabe recordar que casi una década antes destaca el triunfo de la Revolución cubana, lo cual implicará el posicionamiento de un gobierno de corriente socialista en Cuba —suficientemente cerca en territorio de influencia de Estados Unidos y, por lo menos, con algún nexo ideológico con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)— que producirá un impacto en el contexto de la Guerra Fría.

En 1968 el descontento social no solo se hace visible en Occidente. Los estudiantes, principalmente, se rebelaron contra todas las formas de poder de Estados Unidos, América Latina y Europa hasta llegar a Polonia, Checoslovaquia y Yugoslavia (Bonilla, 2015).

Así, lo que pudo haber sido un movimiento local o quizás nacional, terminó encadenándose con un movimiento a escala planetaria. A tal punto que el rechazo y el objetivo del movimiento no solo ha estado en función de criticar las promesas incumplidas por el liberalismo en el sistema-mundo, sino que también ha estado dirigido por unas nuevas izquierdas contra las viejas izquierdas y sus movimientos antisistémicos. Wallerstein (1989, p. 233) afirma que esto se debe precisamente a que el desencanto de 1968 cuenta con la dirección de gente joven que al crecer en un mundo en que tales movimientos antisistémicos han alcanzado el poder estatal, considera posible también juzgar a esas viejas izquierdas tanto por lo que prometen como por las prácticas realizadas al llegar al poder. Lo que define, en esencia, a un movimiento antisistémico es su aspiración para alcanzar un mundo más democrático e igualitario, y de la misma manera oponerse tanto a la hegemonía del imperialismo norteamericano como de la propia Unión Soviética cohabitando con este imperialismo (Wallerstein, 2003).

De este modo, Wallerstein (1989, pp. 233-234) añade que el juicio realizado por la generación del 68 que apoyó la utopía antisistémica contra los viejos movimientos se debió también a que los encontró deficientes, tanto en su eficacia para enfrentarse al sistema-mundo capitalista de entonces, encarnado por Estados Unidos, como por la calidad de vida creada en las estructuras estatales intermedias que los viejos movimientos sociales presumían controlar. La importancia del aspecto generacional tenía suficiente peso en la época, y esto no solo aplicaba en los términos de cierto aforismo de 1968 —«Nunca confíes en alguien mayor de 30 años»—, sino que también implicaba una nueva lectura de la izquierda que no estuviese alineada a la monolítica construcción del estalinismo soviético.

Contra esa misma alineación monolítica, según Wallerstein (1989, pp. 223-232), se presentó un rechazo generacional por la aquiescencia de esta con la hegemonía norteamericana desde que siguió al Acuerdo de Yalta y que derivó en la configuración de la Guerra Fría; la cual trazaba una línea dividiendo al mundo entre Este-Oeste y enfriaba la realización de un conflicto directo de las potencias (ante todo en Europa), planteando así el liderazgo de cada bloque en la URSS y Estados Unidos, respectivamente. Esto último, justamente, era en lo que consistía esa aquiescencia que el movimiento del 68 rechazaba, pues parecía que la URSS consentía la presencia de esa hegemonía norteamericana en tanto no ocurrieran cambios en esa línea que conservaba su zona de dominación política; de modo que las intervenciones realizadas desde la URSS eran indirectas y, por tanto, posiblemente por ello parecía deficiente su acción al juicio de la generación del 68 que apoyó la utopía antisistémica.

Ello no solo sitúa a la Guerra Fría en clave de un conflicto ideológico en el que dos potencias se adjudicaban la representación de lo que se suponía eran los dos únicos modelos posibles; y no solo implicaba la elección de un bando y la consecuente alineación, sino que también implicaba adoptar el modelo de uno u otro representante. Elegir un bando no solo se entendía como una alineación política y una participación en el conflicto, también implicaba la reproducción del modelo que cada una de las dos potencias representaba. Teniendo en cuenta lo mencionado por Wallerstein, se había establecido un anquilosado sistema-mundo en el que había un sistema hegemónico estadounidense y otro alternativo soviético que constreñían al mundo a dos únicas vertientes posibles y, a su vez, resultaban deficientes ante las expectativas en torno a la calidad de vida y cumplimiento de expectativas que pudieran proporcionar.

Es importante señalar que la generación del 68, que apoyó la utopía antisistémica, no solo cuestiona el modelo estadounidense. Las protestas de la Primavera de Praga tienen como preludio los actos de jóvenes de la Universidad Técnica de Praga en resistencia a esa calidad de vida baja, en particular la carencia del servicio de luz a finales de 1967; incluso cuando se efectúa a mediados del 68 la invasión soviética son los jóvenes quienes protagonizan la resistencia en las calles de Praga y otras ciudades. Es decir, se estaba fraguando el rechazo y la protesta contra los vicios o deficiencias del sistema socialista en el aparato escolar y en su más alto nivel: la universidad. En el caso del Sur Global, se encuentra que el reto a la posibilidad de cambio es importante. No solo implica una asimilación crítica del saber proveniente de otras latitudes, sino conducir a la acción este saber criticado y asimilado.

Si bien la generación del 68, que apoyó la utopía antisistémica, protestó principalmente contra la hegemonía estadounidense, no se puede desconocer que juzgó de defectuosa la pasividad del modelo comunista de la URSS, limitado a coexistir y a no enfrentarse directamente con el sistema capitalista para conservar la línea que le reservaba una pequeña pero importante fracción del sistema-mundo acordado entre estadounidenses y soviéticos. En este sentido, Marcuse (1973) consideró darle a la juventud del 68 el carácter de una vanguardia revolucionaria y de fuerza decisiva de una conciencia social, especialmente a los estudiantes del denominado Tercer Mundo, teniendo en cuenta que los jóvenes de todo el mundo, por millares, eran víctimas del terror. Pero Marcuse también alza la voz contra la denominada izquierda que, a la manera de una actitud intelectual y elitista, debilita los principios de la revolución al distorsionar y falsificar la teoría marxista mediante la «ritualización» de conceptos para analizar el momento del 68 mediante conceptos del capitalismo del siglo XIX y de principios del siglo XX, desconociendo, como siempre lo advirtió Marx, que los conceptos son históricos, tienen referentes históricos y analizan estructuras históricas. Marcuse, de igual manera, llama la atención para releer los Manuscritos económicos y filosóficos de Marx, en los que se puede justificar el concepto de socialismo humanista, en oposición al modelo soviético burocrático-autoritario, preámbulo de la lucha contra el estalinismo y el postestalinismo.


Vigencia de Karl Marx: resignificaciones en la explicación histórica para entender el Sur Global

La influencia del marxismo en los historiadores y en la disciplina histórica ha desempeñado un papel importante en la modernización de la historiografía y las ciencias sociales en general. Algunos historiadores influenciados por los planteamientos marxistas se han identificado con ideas y preceptos que se han asociado con el pensamiento propuesto por Marx, no obstante, esta influencia ha representado una interpretación un tanto simplista del pensamiento maduro de Marx, al cual Hobsbawm y otros investigadores de las ciencias sociales lo han denominado «marxismo vulgar» (1998b, p. 158). En últimas, una concepción que distorsiona el pensamiento de Marx atribuyéndole ideas que no responden del todo a su teoría socioeconómica, como pretender que el factor económico sea el determinante del cual dependen las demás variables del proceso histórico y social. Este tipo de trabajos, además, centran su atención en factores económicos y sociales, pero sin ninguna conexión de peso intelectual con el pensamiento de Marx.

Baste recordar que, en el aporte hecho por Marx a la explicación de los procesos históricos, se concibe a la sociedad compuesta por diferentes niveles o estratificaciones sociales, ya sea económicas, políticas, religiosas o culturales que interactúan entre sí. Estas interacciones, en su mayoría, conllevan a tensiones de clase, ya que para Marx la clase dominante, en esta estratificación, ostenta su poder en la dominación de las clases sociales subalternas; así se instrumentaliza la superestructura (por medio de leyes, costumbres, normas, valores, sistema económico, etc.) para mantener el statu quo de una clase. Son esas tensiones sociales o «luchas de clase» a las que el investigador, en todo el sentido marxista, debe prestar atención, puesto que el cúmulo de estas luchas se manifiesta en la sociedad a través de expresiones de inconformismo, movimientos antisistémicos, etc. Precisamente, Traverso (2018), quien desconfía de teorías «cerradas» como el marxismo, sin descontar su visión del pasado como ineluctable y voluntarista, propone hacer uso fructífero de algunos conceptos de la tradición marxista, entre ellos: clase, lucha de clases, hegemonía, modo de producción, capitalismo, imperialismo. Por supuesto —llama la atención Traverso—, desprendiéndose de cualquier viso teleológico y determinista del marxismo.

A mediados del siglo XIX, con la influencia marxista, se configura el declive de la historia política, tomando auge la historia económica y sociológica. A nivel general, y aún por algunos marxistas, se ha calificado como determinismo económico al marxismo, lo cual el mismo Marx en su momento negó, así como también pudo negar que él no fue el primero en recalcar la importancia de la base económica en la explicación social ni de introducir el concepto de lucha de clases en la historia. El marxismo se nos presenta como una teoría estructural-funcionalista, que, si bien hoy día no es la única, sí fue la primera. Y aun cuando se puede señalar que el marxismo puede inducir a una jerarquía explicativa de los fenómenos sociales, lo cierto es que la idea de considerar las tensiones sociales como fundamento explicativo del devenir sigue tan vigente como antes.

Marx, en su teoría, arguye que la base de la vida social, desde la producción de la vida material, se da a partir de la consolidación de relaciones entre los seres humanos mediante la creación de vínculos de producción. Estas relaciones de producción se pueden entender como la acumulación de fuerzas que constituyen la base de los distintos modos de producción en los que se fundamenta cada sociedad. Para Hobsbawm, los aportes de Marx siguen siendo la base esencial de todo estudio apropiado de historia, porque solo él ha tratado de formular un planteamiento metodológico de la historia en conjunto, así como considerar y explicar todo el proceso de la evolución social de la humanidad a partir de sus postulados económicos, pues todo proceso explicativo debe empezar con el análisis de su modo de producción a partir de:

a) la forma técnico-económica del «metabolismo entre el hombre y la naturaleza» (Marx), la manera en que el hombre se adapta a la naturaleza y la transforma por medio del trabajo; y b) las medidas sociales por medio de las cuales se moviliza, despliega y asigna el trabajo. (1998b, p. 167)

Cabe señalar que la influencia de Marx en los investigadores sociales tiene que ver, fundamentalmente, con la idea de explicar «los cambios sociales» y «la estructura social» a partir del desenvolvimiento de la economía (Betancourt, 2007, pp. 176-180). En este mismo propósito, reconocer todas y cada una de las sociedades o pueblos tiene la facultad de poseer un pasado y por ello una historia (Wolf, 1982). Todas las sociedades se han desenvuelto en un modo de producción particular, el cual hace posible rastrear el acontecer de las sociedades con base en su modelo de producción. A partir de esta capacidad de los pueblos de transformar la naturaleza, se logra tejer una relación de intercambio en un mercado mundial que haga partícipe a todas las sociedades humanas de una misma historia: la historia del capitalismo mundial. Aunque no todos los pueblos se encuentran en la misma fase de evolución europea, es decir, con su mismo nivel de tecnificación del proceso productivo, todos tienen un carácter cambiante que los impulsa hacia adelante a través de un trabajo mancomunado. En este sentido, y a pesar de que estos pueblos tienen un modelo de producción diferente, no significa que sean pueblos sin historia. Este es el caso de los países que se han convertido en los consumidores de la producción industrializada de los europeos, situación que crea la imagen de ser comunidades primitivas que no avanzan en la búsqueda de la productividad y que se han estancado en una fase arcaica de la humanidad, como incluso así se ha designado al Sur Global.


El concepto de resistencia, un legado del marxismo

Es innegable que el marxismo ha dejado un legado nada despreciable para la investigación y comprensión social, por constituirse en una inagotable fuente de inspiración de diferentes temas socioeconómicos y políticos; también por su sentido crítico y, en particular, por la concepción materialista de la historia: «la historia está comprometida con un proyecto intelectual coherente y ha hecho progresos en lo que se refiere a comprender cómo el mundo ha llegado a ser lo que es hoy» (Hobsbawm, 1998a, p. 10).

Uno de los mayores aportes de Marx para la explicación social ha sido estudiar el proceso de producción social como una base analítica general a partir de situaciones particulares, pues Marx «sabía que los modelos económicos, si se quieren que sean valiosos para el análisis histórico, no pueden divorciarse de las realidades sociales e institucionales» (Hobsbawm, 1998b, p. 91). Y, precisamente, son estas realidades sociales las que tendrán análisis a partir de 1950, con el auge de la historia social, con una atención especial a procesos revolucionarios y luchas de emancipación; muchos de los cuales aún están vigentes en el Sur Global y que aluden a problemas de largo aliento en el devenir de sus sociedades. Para los investigadores sociales, la necesidad de conocer y comprender la estructura social y sus transformaciones implica el estudio de la historia de las sociedades (Hobsbawm, 1998b, p. 87). Al historiar la sociedad se tienen en cuenta las estructuras, los mecanismos de persistencia y las transformaciones: «la historia de la sociedad es una colaboración entre modelos generales de estructuras y cambios sociales y la serie específica de fenómenos que realmente ocurrieron» (Hobsbawm, 1998b, p. 92). En consecuencia, la historia social ha tomado auge desde los últimos decenios del siglo XX, a partir de temas como la historia de la sociedad, la historia urbana, la historia de las clases y grupos sociales, la historia de las mentalidades y las transformaciones de las sociedades, los movimientos sociales o fenómenos de protesta social. No se puede soslayar que la explicación de procesos y producciones culturales —llámense formas de conciencia, imaginarios sociales, expresiones de la sensibilidad humana en general–- debe pasar por las condiciones materiales en que se desenvuelven tales procesos y producciones (Hobsbawm, 1998b).

En Marx la historia gira alrededor de las relaciones de producción y las contradicciones que se originan entre las fuerzas de producción, que actúan como motor de la historia y que determinan el proceso social, político e intelectual de la vida en general (Corcuera, 1997, p. 63) con sus formas de dominación y violencia. Para Marx, el orden existente debía ser explicado no apelando a los ideales, sino a la historia, pues los procesos históricos debían ser explicados económicamente y no guiados, necesaria e imprescindiblemente, por ideales, esto significa para Marx que los valores no pueden ser estudiados aislados de hechos con condiciones materiales objetivas (Berlin, 2018).

Este enfoque de los procesos históricos sociales ha sido ampliamente abordado por autores británicos, influenciados en gran manera por el pensamiento de Marx, entre ellos: Thompson (2014), Maurice Dobb, Rodney Hilton, Christopher Hill y Hobsbawm; quienes, además de representar hoy una tradición teórica, son ampliamente reconocidos por la historiografía al asumir en sus obras que las preguntas e hipótesis planteadas por Marx respecto de la historia y el advenimiento del mundo moderno siguen siendo muy convincentes y hasta imprescindibles. En consecuencia, los historiadores marxistas británicos han hecho contribuciones históricas a los análisis de la lucha de clases, a desarrollos en la perspectiva de la historia desde abajo y, en general, a la teoría social en su propósito de superar el determinismo económico y formular tesis explicativas sobre la transición al capitalismo y sus posteriores desenvolvimientos (Kaye, 2019).

Cabe destacar que estos enfoques, particularmente el de la historia desde abajo, han tenido desarrollos posteriores para las explicaciones de resistencia y rebeldía de grupos subalternos o subordinados, entre ellos los de un Sur Global, que crean una propia cultura con su propia versión de la dominación (Scott, 2000). De manera que a mayor desigualdad de poderes entre dominantes y dominados, con todas las arbitrariedades que estos últimos ejercen, más emergencias de resistencia y rebeldía se desocultan frente a los estereotipos y rituales del poder (Jorquera, 2007).

La transición de la resistencia a la rebeldía es posible reconocerse en todo grupo subalterno de la sociedad que se resiste a la dominación y apela a un discurso subversivo del lenguaje para invertir las relaciones dominantes (Montilla y Scott, 2002). En contraste, la resistencia se entiende como el resultado de la agregación de un sinnúmero de actos individuales de transgresión de la norma emitida por el poderoso, que pueden tener efectos colectivos posteriormente (Rajchenberg, 2015, p. 52). Es decir que estos efectos colectivos han tenido un impacto o como lo argumenta Useche, «la resistencia es potencia» y la afectación en otros está en «la medida de crear un cuerpo social más potente capaz de transformar las pasiones pasivas —la tristeza, la ira, el resentimiento— en acciones gozosas como el amor o la solidaridad» (2014, p. 107). Por tanto, el fin último de la resistencia está ligado al concepto de transformación o cambio, de un estado de tristeza o afectación pasiva a una opción alegre, de gozo y con una clara afirmación de la vida.

La resistencia se desarrolla a partir de «un acontecimiento que se desata como novedad, como punto de quiebre ético y político que subsume los afectos pasivos en la medida en que se despliegan las fuerzas activas de la vida» (Useche, 2014, p. 107). Los movimientos sociales como expresiones de resistencia estallan a partir del entusiasmo, de la sinergia existente en un grupo social que cambia el cansancio por alegría, el egoísmo por solidaridad y la revolución por la fiesta. Ejemplos de ello son los movimientos sociales vividos en 1968, 2011 y aún en 2021, bajo las condiciones excepcionales de una pandemia. Los cantos, los carnavales y las expresiones lúdicas son también las nuevas formas de movilización de los jóvenes. La resistencia apela a la dignidad y a la autonomía, además de constituirse en una emergencia de solidaridad y legitimidad frente a discursos y prácticas de dominación (Scott, 2000).

Incluso en los efectos pos-68 la resistencia juvenil se expresa en actividades lúdicas, carnavales y encuentros como el Festival de Woodstock en Estados Unidos o su versión colombiana en el Festival de Ancón (Acevedo y Correa, 2020). Es evidente que para los años 1968-1971 se vive una transformación en la protesta social, situación que se manifiesta en casi todos los países de América Latina.

Situación algo similar se vivirá ya en el siglo XXI con las marchas de los Indignados, un movimiento que surge en España y que pronto será conocido en toda América Latina. La indignación como sentimiento se expresa en un movimiento social que inicia en el año 2011 y que terminará siendo replicado en buena parte del mundo gracias a la intervención de las redes sociales, las telecomunicaciones y un nuevo tipo de resistencia, la cual ya no es física sino de índole tecnológica.

Expresiones como memes, besatones y abrazatones dejan en evidencia que los problemas de ayer no son los mismos de hoy, pero sí encuentran cierta trazabilidad explicativa. Como señala Aguirre (2014), las movilizaciones contundentes de América Latina han logrado fortalecer y consolidar poderosos movimientos anticapitalistas y antisistémicos; los cuales incluso han sido tomados como referentes en otras latitudes de mundo. Desde el 68 hasta el presente, pese a los altibajos en los dos últimos decenios del siglo XX y primero del XXI, el continente latinoamericano se ha impregnado de manifestaciones sociales creativas que han puesto en jaque a gobiernos hasta derrocarlos o hacerlos temblar en sus cimientos por medidas que son consideradas injustas. En Colombia, en el año 2011, por ejemplo, surgió la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE); la cual se convirtió en un movimiento estudiantil de grandes dimensiones que buscaba, además, mejoras en la educación superior y el retiro a la reforma de la Ley 30 de 1992 de Educación Superior que pretendía instaurar una educación con ánimo de lucro (Acevedo et al., 2022).

Movimientos como este y otros, que construyen movilizaciones novedosas en toda América Latina, han permitido el resurgimiento de la economía moral de las multitudes latinoamericanas; las cuales no son algo distinto al referente conceptual del historiador marxista británico, Thompson, que entiende por ese concepto, grosso modo, el conjunto de fuerzas de regulación y autorregulación que fijan una clara frontera entre lo correcto y lo incorrecto, lo justo y lo injusto, para demandar así estrategias y mecanismos de inclusión, participación y, en general, equilibrios sociales que pueden ir desde demandas por justicia y dignidad hasta mejores condiciones materiales de vida (Aguirre, 2014).

Precisamente estas demandas de equidad, justicia y condiciones materiales de vida digna, si bien se evidencian desde 1968, pasando por diferentes épocas, tendrán su mayor impacto en el año 2021, una época particularmente extraña marcada por la irrupción de la COVID-19 y el efecto que ha hecho aislar a las personas. Durante este periodo se evidenciaron disturbios y nuevos movimientos sociales en todo el Sur Global —incluso en países del primer mundo— cuyos gobiernos habían tenido que lidiar con una serie de paros y marchas que dejaron en evidencia que era más fuerte la necesidad de generar un cambio social, político y económico, que el miedo a un virus que se propaga cada vez a una mayor velocidad.


Conclusiones


A partir del pensamiento de Marx, hoy se reconoce que la base económica del desenvolvimiento histórico está ligado a conceptos como clase y lucha de clases. Hoy también se reconoce que factores económicos y sociales, más allá de la explicación simplista del marxismo, son fundamentales para explicar el devenir de las sociedades y las manifestaciones culturales en general (Aguirre, 2010, p. 83). Las ideas de Marx han tenido un efecto en la historia y las ciencias sociales a partir de su aporte teórico funcional-estructuralista, con el modelo base-superestructura, como modelo específico que permite lecturas del conflicto de clase, la sucesión de formaciones socioeconómicas y mecanismos de transición, cuestiones que otros modelos teóricos estructuralistas difícilmente logran articular en perspectivas históricas y llegan a simplificar los mecanismos de cambio histórico, incluso a negar la historicidad de las sociedades o se limitan a la estática social omitiendo el cambio para dejárselo a la historia. Es cierto que para explicar el torbellino de los nuevos movimientos sociales cualquier referente teórico y metodológico puede quedarse muy corto, pero algo que sí han advertido los marxistas británicos, especialmente Hobsbawm, es que categorías como la etnicidad o la identidad, entre otras, pueden quedarse aún más cortas para encontrar explicaciones generales a procesos que hoy son parte de un mundo globalizado y que requieren encontrar categorías que no ataquen la universalidad explicativa de los procesos históricos y, por supuesto, dialoguen con los particularismos o especificidades (Matari, 2013).

Del mismo modo, para dar cuenta de los cambios de las sociedades en el tiempo, a partir del estructural-funcionalismo marxista, es posible recurrir al modelo explicativo de los niveles; cuya base son las relaciones sociales de producción y las contradicciones internas de los sistemas, entre ellos, el conflicto de clases. Una tensión que también puede ser explicada como una advertencia de peligro o válvula de seguridad, también como formas de resistencia y rebelión que propugnan por hacerse presentes en el espacio público. Así mismo, tensiones que no pueden ser analizadas, simplemente, como conspiraciones de grupos subalternos o de poder, sino como causa de contradicciones en la sociedad (Hobsbawm, 1998b, p. 160).

De esta manera, el marxismo pone la lupa en el cambio. De acuerdo con Casanova, Marx «localiza el antagonismo en la estructura misma de la sociedad (entre fuerzas productivas y relaciones de producción) y en la convicción de que de esa tensión estructural resultará un conflicto de clases que es la fuerza animadora del cambio social» (1991, p. 59).

Precisamente, estas tensiones estructurales han quedado al descubierto con mayor intensidad desde los años sesenta del siglo XX, 1968 ha sido un ejemplo de ello. Ahora bien, a lo largo del último tercio del siglo XX, especialmente en los países del tercer mundo, se da también una amplia muestra de mítines, paros, huelgas, marchas, manifestaciones y protestas en busca de soluciones a problemas como el hambre, el desempleo y la falta de oportunidades para los habitantes de regiones subdesarrolladas, muchas de ellas aún sumidas en estrategias esclavistas y xenofóbicas (Hopenhayn y Bello, 2001). Sin embargo, y a pesar de las diferentes expresiones de resistencia presentadas durante el siglo XX y las dos primeras décadas del siglo XXI, la mayor evidencia de la necesidad de un cambio social se ha presentado en el año 2021.

Tras un largo año vivido bajo la zozobra de la pandemia ocasionada por la COVID-19, el mundo mostró sus dos caras: una cara «fresca» correspondiente a quienes fácilmente pueden recurrir a largas cuarentenas sin preocupaciones económicas, y la cara trágica de quienes tienen que sobrevivir en las calles para tratar de llevar un sustento a sus familias. No obstante, esta pandemia ha dejado claro que, en el fondo, todos somos iguales por naturaleza. El coronavirus que ocasiona la COVID-19 no discrimina entre ricos y pobres, entre sanos y enfermos, entre hombres y mujeres, entre jóvenes y ancianos. Es una enfermedad que ataca por igual y ha dejado en evidencia la gran brecha existente entre los países denominados del primer mundo o desarrollados, y aquellos que viven en la pobreza extrema. Esto sin contar que cada vez habrá más pobres, incluso en los países con cierta estabilidad económica (Banco Mundial, 2020).

Países como Canadá, Francia, Estados Unidos y España han mostrado su lado oscuro a través de una xenofobia cada vez más notoria. Así mismo, desde el año 2013 son cada vez más notorios movimientos de resistencia, entre ellos el denominado Black Lives Matter, quizá sucesión de un movimiento anterior denominado Los Indignados, que también dejó ver las diferencias sociales existentes entre países ricos y pobres.

En 2021, el segundo año que correspondió vivir con la sombra de la COVID-19, se sumaron todos los movimientos sociales, es decir, los primeros seis meses de ese año permitieron ver indignación, movimientos antiesclavistas, marchas por la mejora en los servicios educativos, mítines en busca de mejores servicios de salud, bloqueos para evitar más impuestos, protestas para que se aclaren las violaciones a los Derechos Humanos, confrontaciones obrero-patronales y un sinnúmero de expresiones conflictivas; las cuales no se habían experimentado en un país como Colombia y otros de América Latina. Situaciones similares se vivieron en países como Chile, Perú y Ecuador. La pandemia, además, dejó expuesta la corrupción, las limitaciones democráticas y las dificultades económicas y sociales en el continente latinoamericano.

A nivel mundial quedó comprobado que, ante la pandemia, el neoliberalismo principalmente fue insuficiente para el manejo de una enfermedad que, además de un largo cerco de muertes, mostró la incapacidad política de gobernantes para salir de sus efectos económicos.

Hoy, teorías expuestas por Marx en el siglo XIX están más vigentes que nunca para explicar el devenir de las sociedades del siglo XXI, pues como Hobsbawm recalca, en los planteamientos de Marx se «permite explicar la historia de la humanidad en toda su extensión, y forma el punto de partida más fructífero para el análisis moderno» (1998b, p. 161). Sus producciones teóricas y políticas refieren fenómenos históricos dentro de un marco de largo plazo en un intento por comprender la totalidad humana (1998b, p. 164) y dar respuesta a las grandes polarizaciones y desigualdades socioeconómicas que hoy persisten.


Referencias


Acevedo, Á. (2017). 1968. Historia de un acontecimiento: utopía y revolución en la universidad colombiana. Universidad Industrial de Santander.

Acevedo, A. y Correa, A. (2020). El estudiantado colombiano y la apuesta por el cogo­bierno y la autonomía universitaria (1971-1972): análisis retrospectivo con base en el Manifiesto de Córdoba. Hallazgos, 18(35), 343-370. https://doi.org/10.15332/2422409X.4438

Acevedo, Á., Méndez, R., Rojas, M., Correa, A. y Linares, J. (2022). #Manifestante. La indignación estudiantil universitaria en Colombia durante el año 2011. Universidad Industrial de Santander.

Acevedo-Tarazona, Á, Valencia-Aguirre, A.C. y Ortega-Rey A. D. (2021). Educación en tiempos de pandemia: perspectivas del modelo de enseñanza remota de emergencia en Colombia. Revista Historia de la Educación Latinoamericana, 23(37), 93-112. https://revistas.uptc.edu.co/index.php/historia_educacion_latinamerican/article/view/12704

Aguirre, C. (2010). La historiografía en el siglo XX. Historia e historiadores entre 1848 y ¿2025? Ediciones Desde Abajo.

Aguirre, C. (Comp.). (2014). «A modo de introducción: Edward Palmer Thompson y la ‘economía moral de la multitud’ en el mundo del siglo XXI». En E.P. Thompson, La economía moral de la multitud (pp. 7-54). Ediciones Desde Abajo.

Arendt, H. (2013). Sobre la revolución . Alianza.

Banco Mundial. (7 de octubre de 2020). Debido a la pandemia de COVID-19, el número de personas que viven en la pobreza extrema habrá aumentado en 150 millones para 2021. https://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2020/10/07/covid-19-to-add-as-many-as-150-million-extreme-poor-by-2021

Berlin, I. (2018). Karl Marx. Alianza Editorial.

Betancourt, A. (2007). Historia y nación. Tentativas de la escritura de la historia en Colombia. La Carreta Editores.

Bolio, J. (2014). Interaccionismo simbólico: modelo metodológico para el derecho. Hechos y Derechos, 19. https://revistas.juridicas.unam.mx/index.php/hechos-y-derechos/article/view/6916/8852

Bonilla, M. (11 de mayo 2015). Mayo del 68: la revolución que jamás tuvo lugar. Revista Semana. http://www.revistaarcadia.com/historia/articulo/mayo-del-68-revolucion-paris/42507 .

Casanova, J. (1991). La historia social y los historiadores. Crítica.

Cohen, M. (1990). Métodos de investigación educativa. Muralla.

Corcuera, S. (1997). Voces y silencios en la Historia. Siglos XIX y XX. Fondo de Cultura Económica.

Del Valle, M. (2015). La relación entre trabajo, capital y subjetivación en las sociedades contemporáneas en las lecturas de Michel Foucault y Negri y Lazzarato: elementos para una revisión del análisis marxista del trabajo. Nuevo Itinerario, 10(10), 1-15. https://revistas.unne.edu.ar/index.php/nit/article/view/1706/1464

Fontana, J. (1992). La historia después del fin de la historia. Crítica.

Han, B.C. (2020). La emergencia viral y el mundo de mañana. En: Amadeo, La sopa de Wuhan (pp. 76-78). Editorial ASPO.

Harari, Y.N. (March 20, 2020). Yuval Noah Harari: The world After Coronavirus. Financial Times. https://www.ft.com/content/19d90308-6858-11ea-a3c9-1fe6fedcca75 .

Hobsbawm, E. (1998a). El Manifiesto comunista. Memoria, 113, 4-13.

Hobsbawm, E. (1998b). Sobre la Historia. Crítica.

Hopenhayn, M. y Bello, Á. (2001). Discriminación étnico-racial y xenofobia en América Latina y el Caribe. Cepal.

Jorquera, D. S. (2007). James Scott. Los Dominados y el Arte de la Resistencia. Espacio Regional, 4(22), 151-155.

Kaye, H. J. (2019). Los historiadores marxistas británicos: un análisis introductorio. Waldhuter Editores.

Marcuse, H. (1973). Contrarrevolución y revuelta. Editorial Joaquín Mortiz.

Marx, K. (1983). En defensa por la libertad: artículos de la Gaceta Renana, 1842-1843. Fernando Torres Editor.

Marx, K. (2006). Introducción general a la crítica de la economía política 1857. Siglo XXI.

Marx, K.; Engels, F. (2014). La ideología alemana. Akal.

Matari, P. (2013). Eric Hobsbawm, el marxismo y la transformación de la historiografía. Nueva Sociedad, 243. https://nuso.org/articulo/eric-hobsbawm-el-marxismo-y-la-transformacion-de-la-historiografia/

Montilla, L. E. y Scott, J.C. (2002). Los dominados y el arte de la resistencia. Reflexión Política, 4(8), 207-210.

Rajchenberg, E. (2015). De la rebelión a la resistencia: de Eric Hobsbawm a James C. Scott. Bajo El Volcán, 15(22), 41-59.

Scott, J.C. (2000). Los dominados y el arte de la resistencia: Discursos ocultos. Era.

Thompson, E. P. (2014). La economía moral de la multitud. Ediciones Desde Abajo.

Traverso, E. (2018). Marx, la historia y los historiadores: una relación para reinventar. Nueva Sociedad, 277. https://nuso.org/articulo/marx-la-historia-y-los-historiadores/

Useche, Ó. (2014). Micropolítica de las resistencias sociales noviolentas. Universidad de Granada.

Wallerstein, I. (1989). 1968: revolución en el sistema-mundo. Tesis e interrogantes. Estudios Sociológicos, 20, 229-249.

Wallerstein, I. (2003) ¿Qué significa hoy ser un movimiento antisistémico? Osal: Observatorio Social de América Latina, 9, 179-184.

Wallerstein, I. (25 de junio de 2021). Incertidumbre y creatividad. México Social. https://www.mexicosocial.org/incertidumbre-y-creatividad-wallerstein/

Wolf, E. (1982). Europa y la gente sin historia. Fondo de Cultura Económica.

Žižek, S. (2014). Acontecimiento. Editorial Sexto Piso.

Žižek, S. (2020). Pandemia. La Covid-19 estremece al mundo. Anagrama.


1 Este artículo es el resultado parcial del proyecto de investigación titulado «Resistencia: las producciones culturales, audiovisuales y literarias como alternativa de memoria del conflicto armado colombiano, 1987-2016», el cual se encuentra en proceso. El proyecto es financiado por Minciencias y el Centro Nacional de Memoria Histórica, y ejecutado por la Universidad Industrial de Santander y la Universidad Pontificia Bolivariana Seccional Bucaramanga.

2 Doctor en Historia. Posdoctorado en Ciencias de la Educación. Profesor titular Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia. Correo electrónico: tarazona20@gmail.com

3 Comunicadora social y periodista. Universidad Pontificia Bolivariana. Bucaramanga, Colombia. Correo electrónico: melissaqp.97@gmail.com