Editorial


Pensar con Bourdieu


Pablo Cuartas


Destacar la vigencia de un modo de comprender el mundo social debería ser argumento suficiente para legitimar el propósito de ofrecer, a casi veinte años de la desaparición de Pierre Bourdieu, trabajos que vuelven sobre algunas de sus preocupaciones fundamentales. A ese motivo, que constituye el objeto central de la presente sección, se suma la circunstancia antes insinuada: la proximidad de la efeméride, para la cual estos textos quieren servir de contribución anticipada y preparatoria. Adelantándonos al célebre “Veinte años después” que acuñara Dumas y retomara Canguilhem, quisiéramos participar de las conmemoraciones que revelarán, sin duda, novedosas formas de pensar con Bourdieu.


Sería difícil establecer con precisión los aportes de la obra de Bourdieu a la comprensión de las sociedades contemporáneas. La vastedad y heteronomía de su producción intelectual invitan, más bien, a considerar que Bourdieu elaboró un léxico extrapolable a diversas formas culturales. De ahí la sensación que experimentamos al leerlo, al convivir con sus ideas, al recorrer los meandros -no siempre fácilmente accesibles- de su pensamiento: pareciera que, una vez integradas sus nociones, resultara difícil recuperar intactas nuestras costumbres intelectuales. El concepto de habitus, ese esquema inconsciente generador de prácticas conscientes, resulta ilustrativo al respecto: rápidamente, para una interpretación de los otros y de nosotros mismos, la noción de habitus termina por convertirse en una herramienta de uso frecuente. El interés por descubrir las estructuras que han instalado en cada uno las instituciones sociales productoras y reproductoras del habitus (en particular, la familia y la escuela), y que en buena medida nos hacen actuar como actuamos y preferir lo que preferimos, rompe con la ilusión de la libertad absoluta del sujeto pero cumple un papel liberador al revelar nuestros propios condicionamientos sociales. En este sentido, la trayectoria vital individual no sería más que la confirmación o la transformación de una historia social.


Por lo demás, entre el origen campesino y la consagración académica, entre el Béarn y el Collège de France, la biografía y la bibliografía de Bourdieu parecen mirar en sentidos opuestos, si no es que desmentirse mutuamente. Aunque manida y recusada por el propio sociólogo francés, la afirmación no carece de veracidad. Pero solo una interpretación superficial desconocería que de esa condición provienen, quizás, el tono y la amplitud de la obra de Bourdieu: el tono, pues es constante el esfuerzo de explicar cómo se concibe socialmente lo posible, lo pensable y lo deseable para cada individuo o, mejor aún, para cada cuerpo, es decir, cómo se establece una correspondencia casi mágica entre condiciones sociales, cuerpos individuales y preferencias espontáneas; la amplitud, porque se impone el interés de apropiarse de todas las producciones culturales genéticamente impropias de su medio social: la pintura de Manet y la literatura de Flaubert, pero también la economía, el derecho, Heidegger, la escuela o el Estado… valores universales misteriosamente monopolizados por agentes particulares.


Los artículos de Juan Dukuen y de Daniel Clavijo-Tavera retoman dos de los temas mencionados: el cuerpo y la literatura. Para ser fieles al vocabulario de Bourdieu, que no admite formulaciones imprecisas, se trata en realidad de las complejas relaciones del habitus con el cuerpo, relaciones que podrían ser esclarecidas por la tradición fenomenológica con la que Bourdieu, sin embargo, vivió en permanente desacuerdo. Por otra parte, la teoría del campo artístico elaborada en Las reglas del arte (y admirablemente sintetizada en Razones prácticas) encuentra en el teatro de Brecht una doble ilustración: la que aporta la trama misma de Vida de Galileo, y además la que representa la vida de Bertolt Brecht, artista bourdiano avant la lettre por su concepción del trabajo creativo, de las funciones sociales del arte y de su necesaria distancia crítica frente al poder.


Presentamos, por último, la versión en español de un texto breve: La última instancia, una lectura bourdiana de Kafka (¿o kafkiana de Bourdieu?) que nos incita a pensar en “el veredicto del mundo social, producto despiadado del juicio infinito de los otros”. No deja de ser sorprendente que una nota corta pueda contener tantas claves para la comprensión de una obra extensa. O de dos, pues asistimos a un juego de espejos en el que se reflejan y aclaran el escritor que describió arbitrariedades parsimoniosamente normalizadas y el sociólogo que intentó explicarlas.


Doctor en sociología de la Université René Descartes – Sorbonne Paris V. Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor del Departamento de Ciencias políticas y jurídicas de la Universidad Autónoma de Manizales. Correo: pablo.cuartas@autonoma.edu.co