El juego X del lenguaje
Desencriptando el ser a la mano de Heidegger
Para citar este artículo: Sanín-Restrepo, Ricardo. (2019). El juego X del lenguaje Desencriptando el ser a la mano de Heidegger. Ánfora, 26(47), 145-162. https://doi.org/10.30854/anf.v26.n47.2019.637 |
Ricardo Sanín-Restrepo
Resumen
Este artículo propone un juego sobre el lenguaje escrito, cuya extrapolación permite pensar en el juego de poder político. Se trata de hipotetizar lo que pasaría si los signos del lenguaje escrito se transformaran todos en la letra X. La filosofía puede no ser la única forma de resolver el juego, pero es la mejor manera de plantear las preguntas que abren sus posibilidades. A través de la teoría de la encriptación del poder, suplementada con lo que aquí se denomina “juegos de lenguaje de poder”, se pretende desencriptar uno de los pilares de la filosofía del ser, la construcción de Heidegger del "ser a la mano", para así abrir el camino hacía una novedosa reconfiguración del ser que sea democrático.
Palabras clave: Juegos del lenguaje; Signos; Encriptación de poder; Lo Político;
Heidegger; Wittgenstein.
Nos sentimos como si tuviéramos que reparar una telaraña con nuestros dedos.
Ludwig Wittgenstein (1986, p. 106)
Imagínese si mañana cada signo de cada lenguaje escrito se transformara en la letra "x" (todos los escritos son iguales a la extensa combinación de x). Esto incluiría todas las palabras escritas en libros, estatutos y estatuas, constituciones y bases de datos, manuales de instrucciones, señalizaciones, pantallas, teclados, etc. La sustitución x también se aplicaría a cada signo escrito grabado en piedra, facsímiles, fotografías, películas, códigos binarios, fotocopias, etc.
Un colapso total de la palabra escrita. Todos los signos escritos desaparecerían, pero no nuestra capacidad de recordarlos y su conexión con el sonido (fonética); no deberíamos tener problemas para recordar y pronunciar nuestro nombre, nuestra dirección o dónde corresponde cada letra en un teclado, así como las primeras palabras de Cien años de soledad. Recordaríamos sin problemas las reglas de este juego. En pocas palabras, la memoria de la palabra escrita permanecería intacta.
Entonces, si se ensayara en los teclados antiguos la letra r, una letra x se reproduciría irremediablemente. Sin embargo, podríamos producir nuevos teclados con las letras que recordamos y la letra r se correspondería con r y así sucesivamente; es decir, la tinta seguiría fluyendo y la cera así como la tableta electrónica seguirían siendo dóciles registrando nuestras hendiduras lingüísticas. Los números y los signos comerciales (&), así como los sistemas binarios colapsarían. Como sabemos, el número es independiente de todo, excepto de su símbolo1.
Y a medida que los números desaparecen, el reloj todavía movería sus manecillas, ¡Habría movimiento sin representación! Aunque, las manecillas del reloj aún seguirían moviéndose mañana en la misma trayectoria de hoy (pues ya se sabía que el reloj en sí no es más que espacio). Un colapso total de la palabra escrita. Como si todo lo escrito alguna vez estuviera escrito en la arena y la "gran ola de Kanagawa" borrara todo en un instante.
Es difícil ofrecer una descripción única de lo que es un sistema escrito. En aras de este juego, aquí se propone que éste posee las siguientes características. El sistema comprende cualquier método visual o táctil de representación de la comunicación verbal (la relación íntima entre la palabra hablada y escrita es lo que define el lenguaje escrito y excluye dibujos, pinturas y otras formas de sistemas simbólicos de nuestra incipiente exploración). Por ejemplo, una señal de pare que tiene la palabra "pare" escrita en ella se convertirá en un octágono rojo con cuatro x escritas, mientras que la señal de pare donde se representa una mano en señal de pare permanecerá intacta.
En nuestro juego, “el lenguaje escrito” (Coulmas, 2003, p. 34), también debe referirse a las marcas gráficas artificiales en un medio más o menos duradero y, al menos, a un conjunto de elementos o símbolos definidos, denominados de manera individual como signos y de manera colectiva como escritura (Coulmas, 2003). Finalmente, al menos un conjunto de reglas se compartirían libremente por una comunidad que atribuye significado a sus partículas mínimas o unidades (grafemas); es decir, una escritura a través de un medio como representación de lo hablado que puede ser descifrado por un lector de dicho lenguaje.
El juego incluiría todos los sistemas del lenguaje (Daniels y Bright, 1996): alfabetos, silabarios, sistemas de escritura pictográfica o ideográfica, escrituras segmentarias, logosilabarios y todos los sistemas logográficos. Dicho de otra manera, comprendería cualquier glifo como componente nuclear dentro de un conjunto establecido de símbolos, destinado a representar las posibilidades de lectura y escritura (Borgwaldt y Terry, 2013). Esto incluye todos los idiomas basados en pictogramas, íconos indicativos, jeroglíficos o ideogramas; esto es, lo que se entiende y se utiliza como lenguaje escrito que es capaz de transmitir el significado de complejos sistemas fonéticos.
En este juego, no se considera un emoji como un sistema de escritura; por eso, las caras felices y tristes de Sock y Buskin no desaparecerían.
La x marca cada lugar. Entonces, ¿Qué cambios traería el juego x para conceptos tales como jerarquía, orden y órdenes, muestras, totalidad, principios y axiomas, obediencia, devenir, necesidad y contingencia?
¿Existiría una nueva relación entre lógica y pensamiento?
¿Qué será de la relación entre significante y significado?
¿Qué pasaría con la estructura y la agencia?
¿Qué se entendería por poder constituyente?
¿Qué tan profundo sería el cambio de la relación entre nombres, identidad y multiplicidad?
¿Cómo se daría la relación entre nombrar y bautizar?
¿Es necesaria una reconstrucción de los conceptos de precio y valor?
¿Las afirmaciones "hace frío" o "hace calor" perderían toda referencia a la temperatura expresada en un termómetro?
¿Perdería todo su significado el modelo de metro encerrado en una urna en París?
¿En qué medida se debería cambiar el significado del concepto de símbolo?
¿Qué se podría ubicar y qué sería confuso en un mapa?, es más, ¿Qué, simplemente, desaparecería de un mapa?
¿Nos enloqueceríamos? Ah, pero ¿existe la locura por fuera del lenguaje?
¿Qué nos diría de nuevo el “archi-fósil” de Quentin Meillassoux? (Meillassoux, 2008).
¿La escritura puede tener alguna referencia más allá de la memoria? ¿Y en qué se convertiría la memoria?
¿Habría una nueva relación entre langue y parole?
¿Qué pasaría con los actos ilocutivos de Austin?
¿Qué pasaría con la heteroglosia de Bajtín?
¿En qué se convertiría el significado de corpus?
¿Cómo se apreciaría “Hollywood Africanos frente al Teatro Chino” de Jean- Michel Basquiat? ¿Tendría dientes la imagen de la derecha de la pintura?
¿Utopía o distopía?
Hay innumerables formas de jugar este juego. Se puede jugar como un misterio de detectives. O bien, se puede intentar jugar como la búsqueda para desenterrar un tesoro, en este caso el lenguaje escrito. O, entre muchos otros, simplemente tenga en cuenta lo que se le ha dicho y pregúntese cómo sería el mundo después de este hecho. Creo que esta es la forma más fructífera de jugar este juego. La filosofía puede no ser la única forma de resolver el juego, pero es la mejor manera de plantear las preguntas que, como tenazas, abren sus posibilidades.
A continuación, propondré una forma de jugar este juego. Por las razones que serán evidentes, el concepto de Heidegger (2001) de "ser a la mano" se asoma como primera pista para moverse dentro de las entretelas del juego. Pongo todo el peso de la solución del juego en mi teoría de la "encriptación del poder" (Sanín-Restrepo, 2018) como el factor decisivo para la solución del presunto enigma del juego.
La encriptación, como la forma intencional de ocultar o confundir los significados de un sistema simbólico, es una característica propia de cualquier lenguaje. Esto es lo que permite que cada lenguaje sea flexible, creativo y resistente; aunque este no es un hecho que niegue la teoría de la encriptación del poder. Sin embargo, cuando se trata de la "encriptación del poder” se está ante una configuración de realidades totalmente diferente. La teoría de la encriptación del poder procura las condiciones de una ontología política y encuentra que dichas condiciones solo las ofrece la democracia como orden de la diferencia inmanente. Así, descubre un axioma que llevará hasta sus últimas consecuencias: solo puede haber mundo cuando es el resultado de la producción de todo ser que produce diferencia (Sanín-Restrepo 2018, p. xxiii).
La encriptación del poder es precisamente la negación de la diferencia como orden del mundo. La encriptación del poder es una prohibición primordial (política, legal, racial) al acceso de los usos del lenguaje (como el primer común de la diferencia) a través de permanentes cualificaciones y condiciones para el ejercicio del poder y, por ende, una rígida estratificación para la pertenencia del cuerpo político (Sanín-Restrepo 2016, p. 17). Lo que la encriptación inhibe es la posibilidad de comunicar sentidos que no estén definidos de antemano por un modelo transcendente, donde el léxico político se encuentra jerarquizado y la posibilidad de sus usos predeterminada y reservada a unos cuantos que poseen los códigos de los usos del lenguaje (Sanín-Restrepo 2018, p. xvii). Donde quiera que haya encriptación de léxicos existe una jerarquía de seres y objetos en el mundo (Sanín-Restrepo 2016, p. 11).
Empero, lo que está encriptado no es el lenguaje en sí, sino el proceso de su transmisión, las normas por las que se rige y los medios por los cuales se distribuye, pero, primordialmente, la realidad a la cual se refiere (Sanín-Restrepo, 2018, p. XVIII). En adelante, la realidad se convierte en lo que el experto defina que ella sea. Lo que garantiza la encriptación es entonces “un control jerárquico social y político absoluto sobre las áreas de conflicto que son controvertibles y las bases empíricas y normativas que pueden surgir en cualquier discurso” (Sanín-Restrepo 2018, xviii).
Para la encriptación del lenguaje es fundamental crear la idea de que siempre existe una totalidad anterior y superior a cualquier interacción que pueda surgir entre diversas partes. La totalidad contiene dentro de sí el diseño de las partes que la integran y crea, simultáneamente, el mecanismo para prever cada surgimiento de posibles relaciones. Dentro de una totalidad, la posibilidad de significado ya está distribuida entre centros de significado; es la negación de la democracia a partir de la imposibilidad de la política mediante la enajenación del lenguaje que hace posible el mundo. En últimas la impenetrabilidad del lenguaje se convierte en la impenetrabilidad de lo político (Sanín-Restrepo, 2018, p. XVIII).
Como Angus McDonald (citado por Sanín-Restrepo, 2018), señaló recientemente: "Lo que está encriptado por la constitución del liberalismo es el pueblo de la democracia” (p. 31). La democracia, como única forma posible de definir lo político significa que el lenguaje a través del cual definimos el conflicto y con el cual tratamos su apropiación debe estar disponible para todos, debe estar desencriptado.
Así pues, en este artículo se introduce un nuevo concepto que acompaña la encriptación del poder. Basado en los "juegos del lenguaje" de Wittgenstein (1986), se demuestra que el poder "como potestas" (opresión) requiere crear un juego de lenguaje simulado; requiere crear un "juego de poder".
Podemos, entonces, definir un juego de poder como la tendencia de la potestas para construir lenguajes ideales, para separar el significado del lenguaje ordinario y para crear formas de conocer y hacer que estén fuera de cualquier juego posible. Lo vital para este juego de poder es establecer la fantasía de que existen reglas que anticipan cualquier y todo movimiento dentro de los juegos del lenguaje. Es decir, que existe un principio regulador axiomático que garantiza a los jugadores de todo juego conocer de antemano los movimientos legales e ilegales antes de la ejecución de toda jugada y que toda jugada será evaluada en acorde con tal anticipación.
Sin embargo, la élite que domina el juego reserva para sí el verdadero significado de las reglas y siempre las revelan después del movimiento (ex post facto). Un juego de poder consiste en un método diseñado para dar un salto cuántico ilegítimo de un sistema intercalado de juegos de lenguaje horizontales a modelos de poder trascendentes que niegan toda forma de diferencia. En últimas, el juego de poder del lenguaje es la negación misma del lenguaje.
Para Heidegger (2001) existen dos modos ontológicos en cuanto a cómo el ser se involucra "con el mundo". Estos modos marcan sus actitudes existenciales y, por ende, son los elementos constitutivos del Dasein: 1. lo disponible o las herramientas; el "ser a la mano" (Zuhandensein) 2. el hecho o estar ahí (Vorhandene), la nuda presencia. Sin embargo, ser a la mano es la preparación existencial para Dasein.
Robert Brandom (2005) aclara que
Vorhandensein (estar a la vista, estar ahí), las cosas son prácticamente las cosas objetivas, independientes de la persona, que interactúan causalmente en la investigación científica natural. Zuhandene (ser a la mano) las cosas son aquellas que un neokantiano describiría como si estuvieran imbuidos de valores y significados humanos (p. 214).
Por lo tanto, el estar ahí está conformado por propiedades en sí mismas y no en relación con sus potenciales usos (existencia), mientras que el ser a la mano se constituye en el uso de las cosas dentro de una totalidad de relaciones (implicaciones). La distinción clásica se ejemplifica en el martillo. Cuando está en perfecto estado, es visible, se usa como ser a la mano (¡y al hacerlo, ilumina el mundo!); pero cuando se daña es solo una cosa inútil puesta allí, un simple estar ahí. El ser está "en el mundo" (primera etapa del Dasein) solo en la medida en que se reconoce a sí mismo en el uso de las cosas (herramientas).
La analítica de Dasein solo se constituye después de pasar por una serie de experiencias concatenadas (existenciales) en las que obtiene, a cada paso, una forma más robusta y completa que pretende constituirse en la posibilidad del significado del mundo. La conexión entre un estado y el siguiente es lógicamente necesaria; la falla en un estado anterior representa la falla (imposibilidad) del todo analítico. Por ejemplo, no hay manera de pasar de "ser en el mundo" (ser a la mano) a "estar ahí con" (el “ellos” heideggeriano), si "ser en el mundo" ha fallado o no es auténtico. El cuidado (Sorge), que es el estado existencial final de autenticidad de Dasein, solo puede llegar a buen término si la "solicitud", como un estado existencial anterior, se constituye de manera correcta.
El punto fundamental es que la disponibilidad de ser a la mano es la condición de la potencialidad del ser; por lo tanto, si la esencia del ser se pierde, también lo hará toda la analítica de Dasein y, con ello, cualquier posibilidad de tener un significado "en" y "del " mundo.
Nuestro desacuerdo con Heidegger (2001) es simple, pero la consecuencia es compleja. Es una cuestión de su errónea constitución del poder, o mejor aún, de una negligencia primordial de su teoría que no le permite ver que la conformación del “ser a la mano” está saturado por formas de poder. Sin la desencriptación de ser a la mano, no podríamos saber la diferencia entre Dasein –ser a la mano y estar ahí–. Llama la atención ver que cómo Heidegger percibe algo como la encriptación de Dasman (del “ellos”), pero se le escurre entre los dedos cuando configura el ser a la mano. Esto no solo es un escollo ontológico, sino un fracaso fenomenológico.
Nuestra teoría es que la encriptación del ser a la mano frustra la posibilidad analítica del Dasein en su totalidad. Por lo tanto, no se trata de un aspecto accidental o sucedáneo de la autenticidad o falta de autenticidad del Dasein. De lo que se trata es que, con la encriptación del ser a la mano, lo que se destierra del mundo es la posibilidad misma del mundo. Volviendo al ejemplo del martillo, lo que no es tenido en cuenta por el ser a mano de Heidegger, es el hecho que el significado y el uso de lo que cuenta como herramienta, son formas definidas por el poder. Que no existe uso (como definición y acción) que no sea al mismo tiempo ejercicio del poder.
Así, cuando el mundo de las herramientas se encuentra encriptada el uso de la cosa más simple, el martillo, está encriptada también y de allí la totalidad de la configuración existencial de Dasein. En la encriptación del ser a la mano se definen relaciones de poder que reservan el uso de la cosa para un determinado modelo de ser humano y para la creación de tal o cual cosa de la que se priva algunos, no por el uso universal de la herramienta sino por una predisposición al poder. Es decir, la misma definición de qué significa, cómo se usa y a quién beneficia la cosa son productos de juegos de poder.
Con respecto a la relación entre ser a la mano y el estar ahí, Heidegger (2001) establece "Las distancias objetivas entre las cosas del ‘estar ahí’ no coinciden con la lejanía y la cercanía de lo que es ser a la mano en el mundo” (p. 141), como "La Teoría del Actor-Red” (Latour, 2016) nos ha enseñado: el estar ahí siempre implica una medida de espacio que es objetiva. Estocolmo está a 10700 kilómetros de distancia de Río de Janeiro. Pero, estar a la mano es relativo a cierto tipo de distribución del espacio, a un cierto tipo de orden, a una configuración del poder. Por lo tanto, las mejores playas de Río son más accesibles para alguien que vive en Estocolmo que para un nativo quien vive a pocos kilómetros de distancia.
Para Heidegger, el ser es arrojado a una realidad ya establecida, ya dada. Sin embargo, esta realidad debe ser inscrita en el ser otra vez. Debe materializarse en el ser donde no es un destello instantáneo, sino un largo proceso de “llegar a ser” a través de las cosas del mundo. ¿La falacia? Heidegger piensa que ser a la mano es una gran estructura de homogeneidad, reflejada en la igualdad de las relaciones y las cosas en sí mismas y para el ser. Heidegger supone un marco cerrado y una estabilidad y linealidad de sistemas de significados para el ser a la mano. Este último no solo echa de menos la heterogeneidad de las cosas, sino la inevitable presencia de órdenes y organizaciones que vienen de fuera del ámbito de las cosas y, por lo tanto, están fuera del alcance de Dasein. La incompletitud de la configuración del ser, en ausencia de juegos del poder, no es solo un problema político, sino un problema político que es instantáneamente ontológico.
Si bien es cierto que Heidegger (2001) reconoce que ser a la mano solo se constituye a través del trabajo (p. 99) este debe ser desencriptado. Se debe establecer una división entre el trabajo vivo y el muerto, como la cuchilla que divide al ser a la mano y al estar ahí. Como sabemos, el lenguaje es la primera tecnología, pero el uso de un palo o una piedra no es diferente a él.
Heidegger sostiene que "los modos de lo conspicuo, lo abstruso y lo obstinado" significan que "la herramienta no se puede usar, esto implica que la asignación constitutiva” (pp. 104-105) de las herramientas ha sido perturbada. Así, la pregunta fundamental que tenemos que establecer es qué acceso real tenemos al ser a la mano, quién determina su utilidad (instrumentalidad) y con cuál propósito. Con la encriptación, el acceso a la herramienta se cierra y se redistribuye sobre la base de restricciones y prohibiciones que se convierten en instrumentos de inclusión y exclusión. Es decir, no solo el acceso a la herramienta, sino su significado es un acto político.
Ahora, toda y cualquier herramienta puede ser encriptada. La circunspección (su mundanidad) y el uso de las cosas se define y altera de antemano a través de una decisión que hace que la disponibilidad de las herramientas sea escasa. Así, la "escasez" es el principal problema de la mundanalidad del ser a la mano. Además, las líneas entre lo que es ser a la mano y lo que es estar ahí son borrosas y difusas y la convertibilidad (cruce de las líneas) de uno a otro también es una cuestión de poder. La pregunta ¿qué es una cosa? Y ¿para qué sirve? no son autoevidentes; son preguntas que en el fondo revelan siempre una forma de poder.
Cuando la respuesta depende de la intervención de todos los seres que producen diferencia, la respuesta es entonces democrática. Cuando la respuesta depende de una elite lidiando con idiomas transcendentes y cualificaciones de léxico estamos ante la encriptación del poder. Así, debemos dejar toda ingenuidad atrás, no liberamos las cosas (ontologías planas) simplemente declarando unilateralmente que son de libre uso. La cuestión de cruzar líneas (ser a la mano y estar ahí) es un acto de poder y la totalidad de las implicaciones o "lo que sea que signifique una cosa" no puede ser una pregunta simple que pueda elevar o resolver Dasein singular, sino una cuestión que solo puede preguntarse y responder una multiplicidad en común.
Respecto al significado de ser a la mano, y este es el meollo de la cuestión, para Heidegger (2001):
Un signo no es una Cosa que permanece en otra Cosa en la relación de significar; es más bien un elemento del instrumento que se eleva explícitamente a la totalidad de una herramienta a nuestra circunspección para que junto con él se anuncie el carácter mundano del ser a la mano” (p. 110).
Entonces, un signo permite que aparezca la totalidad, que se muestre, que surja del contexto. Un signo es un caso especial de ser a la mano, pero el uso del signo no es espontáneo, sino que se inserta dentro de una relación de economías, de sistemas de comunicación comprometidos con el poder, que el signo, al referirse al instrumento como ser a la mano, no necesariamente los libera, sino que los organiza, los codifica y oculta sus jerarquías.
Así que, aunque Heidegger se da cuenta de que ser a la mano ha sido previamente asignado, no se atreve a preguntar cómo y dentro de cuáles lógicas de distribución de poder. En consecuencia, y esta es la falla tectónica en la configuración del ser en Heidegger, el ser a la mano se convierte en un “ser ahí”, una nuda presencia sin mundo y destinación. Así, toda referencia a ello se torna en algo "dado" al mundo; un modelo transcendente impenetrable e inamovible que oculta toda relacionalidad.
Asignar un significado es reservar el instrumento para algunos, de cierto modo, y privar de su uso a los demás y de alguna forma. Pero, también significa, en el fondo, definir qué es la epistemología, qué es la moral, la estética, etc. La distribución del significado en el lenguaje no solo define las cosas del mundo, sino los ámbitos en los cuales se pueden nombrar y, en consecuencia, la fórmula y la subjetividad correctas para hacerlo.
Heidegger (2001) sostiene que “en un taller, por ejemplo, la totalidad de relaciones que constituyen la disponibilidad del ser a la mano son previas a cualquier herramienta en forma particular” (p. 116). Por lo tanto, si aplicamos la teoría de encriptación se hace evidente que la asignación de referencias (encriptación) es la condición para el servicio y la facilidad de uso de las herramientas y, por lo tanto, estamos ante dominio del pasado sobre el presente, de la actualidad sobre la potencia, una forma de tiempo petrificada que domina el devenir y la regla de lo actual (extensa) sobre lo virtual (intensivo).
Tomemos como ejemplo, el asunto de las aplicaciones informáticas como ser a la mano: somos nosotros los que estamos programados para utilizar las aplicaciones. Tenemos que aprender a utilizarlas para que representen un mundo fluido, regular y siempre predecible. Tales aplicaciones tienen ambos extremos: si estamos alfabetizados en sus usos, entonces ellas son predecibles y regulares, y así el mundo aparece como tal; pero si no, ellas son impenetrables e inaccesibles y, por lo tanto, el mundo que representan se vuelve un mundo místico y exotérico. Así, para que el mundo posea algún significado, debemos encriptarnos dentro de la máquina.
La Aletheia o el “hacer evidente” (descubrir, develar) es tal vez el concepto heideggeriano que mejor describe su construcción de una ontología libre de suposiciones. La Aletheia es lo que deviene a la luz desde sus propias sombras. Lo que se devela o descubre a sí mismo como su propio régimen de verdad. Dentro de nuestra exploración, representa el puente que convierte el ser a mano en una condición necesaria para el Dasein. Sin embargo, para tender al descubrimiento de una entidad, cualquiera entidad, primero debemos hacer que el mundo esté disponible para que todas las entidades compartan sus diferencias y para que toda diferencia produzca el mundo.
Entonces, hay un ocultamiento previo que no es el auto-ocultamiento de las cosas. Se trata del ocultamiento que es fruto de actos de poder que destinan a la cosa, que la desvelan dentro de un régimen ajeno de intersecciones del poder. Se trata del poder como potestas ejercido en el ocultamiento de la posibilidad del mundo a través de la encriptación. Es el ocultamiento de las capacidades para aproximarse, vivir y nombrar al mundo a partir de nuestras propias instancias de diferencia. Por eso, ningún acto de descubrimiento sucede una sola y auténtica vez.
Heidegger (2001) afirma que
Cuando algo se entiende, pero aún está oculto, se revela por un acto de apropiación, y esto siempre se hace bajo la guía de un punto de vista que lo ordena con respecto a lo que se entiende y lo que debe ser entendido" (p. 162).
Sin embargo, cuando develamos no estamos develando el objeto a secas, sino una totalidad, un contexto de lo que lo compone. Así, si dicha totalidad o contexto está encriptada, solo revelará el sentido que le dio el encriptador, una funcionalidad dentro de un contexto que viene impuesta por algo ajeno y transcendente al objeto y que hace que su uso esté reservado a unos pocos que tienen acceso a las claves de la encriptación. De manera que cuando nos acercamos al objeto, solo encontramos una disposición de las cosas en el espacio. Un orden de cosas, orden es su sentido más estrecho de “comandar”, mandar”, “imponer”. Esto nos obliga a elevar aún más el entramado lógico. Cada descubrimiento debe ser doble. Primero, se debe develar cuáles fueron las circunstancias acaecidas para la organización y el establecimiento de una totalidad de implicaciones dentro de las cuales se da un objeto; solamente en este instante y bajo estas condiciones se podrá develar el ser a la mano en sí mismo.
El ser a la mano nunca está solo, siempre está dentro de una totalidad de implicaciones que asignan su función y significado. La totalidad es el punto en el que el ser se define como "estar en el mundo", a través de la totalidad de implicaciones de ser a la mano. Una totalidad de implicaciones no es más que el sistema vascular del poder. Así, los sujetos encuentran cosas en el espacio, tropiezan con ellas, las tocan, ora las usan, ora las pierden. Aquí es donde comienza una totalidad de implicaciones.
Sin embargo, sería contrafactual, empero, no saber esto al principio y, simplemente, tropezar con las cosas o usarlas en un supuesto vacío de relaciones. Cómo si la cosa fuera cosa por fuera de toda relación con el mundo y como si en el mundo nada tuviese que ver con el poder. Sería tanto como defender la posición de que el mundo existe donde nada existe en él. ¿Alcanzan a ver? Se necesitaría una definición previa de lo que significan tanto “ser a la mano” y “estar” que surtiera efecto antes de que se establezca cualquier tipo de relación; antes de cualquier tipo de uso, (incluso las manos que fabrican el martillo). Por lo tanto, un juego de poder está necesariamente involucrado y, como tal, se hace presente desde un lugar que no podemos señalar, que se escabulle, pues está por fuera de toda relación en un lugar externo a su composición, es decir, que es trascendente.
El ser a la mano no es una condición secundaria del ser, es fundamental. Sin él simplemente no hay mundo. Las entidades se establecen previamente en una totalidad de implicaciones en las cuales no solo la entidad puede ser inaccesible (conspicua, abstrusa, obstinada) sino que la totalidad de implicaciones se mantiene oculta. El punto fundamental que debe destacarse es que el ser a la mano individual puede ser transparente (el martillo, el libro, la pistola), pero es la totalidad de las implicaciones la que es oculta y encriptada. Por lo tanto, cuando miramos por el ojillo del objeto sin desencriptar, podemos revelar un objeto, pero no las redes y la organización que constituyen su mundo. En consecuencia, lo que está encriptado es la posibilidad de descubrir cosas y desagregar lo singular de lo compuesto como un acto político revolucionario.
Otro concepto clave de Ser y Tiempo es la cercanía "lo que es el ser a la mano en el mundo es cercano y se le da direccionalidad, dependiendo del grado de transparencia que sea posible para la circunspección pertinente" (Heidegger, 2001, p.146). Esta es la clave para la encriptación. La transparencia depende de cómo la entidad llamada humano “se da’ dentro del mundo. Heidegger repite la siempre asumida postura de pensar en una potencialidad de un ser humano que no tiene restricciones, que es un igual entre iguales, que comparte la posibilidad de abordar el mundo desde puntos de vista siempre equivalentes y transparentes. No ve la raza y el género como condiciones para esta transparencia del ser. No ve obstáculos e impedimentos o las imposibilidades absolutas con las que algunos seres humanos son puestos en un mundo fabricado bajo condiciones desiguales.
Este lado ciego no es menor o secundario, es insuperable. En cualquier caso, antes de la posibilidad de circunspección y la potencialidad del ser, el poder es constitutivo y, por eso, define las alternativas virtuales de estar en el mundo. Ser a la mano es el mundo del trabajo, un trabajo “vivo” que ha sido privatizado y encriptado, sustraído y resignificado (mistificado y alienado). Así, para que la circunspección pueda “acercar” las cosas del mundo, debe ser libre de hacerlo, pero si el ser a la mano del trabajo es privatizado y gentrificado, ello quiere decir que la cercanía ya no puede ser tal, pues ya está signada por una predestinación externa, organizada como forma inescapable del mundo.
En relación con concepto de "ellos", la respuesta de Heidegger (2001) es que "ellos" constituyen la falta de autenticidad y Dasein solo puede preguntarse auténticamente la cuestión del ser desde su propia capacidad para revelar las entidades ocultadas por "ellos". Solo cuando Dasein supere el obstáculo de autenticidad impuesto por ellos (los “otros”) podrá ser un auténtico ser. Pero, entonces, se genera la pregunta: si el Dasein puede revelar un mundo sin desencriptar el "estar dentro" (el de las herramientas), ¿qué significaría entonces "estar con" (el mundo de los ellos)? Resulta imposible revelar un mundo sin revelar el otro del cual depende inexorablemente.
Como se mencionó antes, parece que Heidegger establece dos contextos diferentes para el "ellos": uno es aquel idílico donde seres humanos homogéneos en racionalidad y capacidades develan el uso de las cosas de manera transparente. Es decir, donde el uso de la cosa obedece a la racionalidad humana y está configurada por ella. No obstante, esta supuesta igualdad se rompe en pedazos si permanecemos en el ámbito de los "ellos". Es decir, el mundo interno de “ellos” está atravesado por desigualdad, codicia, inautenticidad, condiciones que, sin embargo, no afectan en lo más mínimo el uso que estos seres hacen de las herramientas. ¿Cómo pueden las manos inmundas del panadero hacer un pan limpio? No puede haber un “ellos” inauténtico fabricando y usando herramientas transparentes y existencialmente dúctiles. A pesar de la inautenticidad de los ellos, cuando usan herramientas, ¡estas siguen siendo increíblemente transparentes! Cómo si el poder que define un campo no resonara en el otro.
Digamos algo a manera de cierre. Con respecto a los "co-estados de la mente" que es donde mis argumentos confluyen. En palabras de Heidegger
La comunicación, en la que uno hace aseveraciones dando información, por ejemplo, es un caso especial de esa comunicación que es captada en principio existencialmente. En este tipo de comunicación más general, la Articulación del Ser con los demás, se constituye integralmente. A través de un co-estado de la mente [Mitbefindlichkeit] se 'comparte', y también lo hace comprendiendo el ser con (Heidegger, 2001, p. 205).
A través de la desencriptación, podemos establecer con certeza que la comunicación y la comprensión no son co-estados de la mente. Es decir, no son condiciones que acompañan al ser como un algo suplementario, como su apéndice. No existe un tipo general y un tipo especial de comunicación, ambos son el mismo caso bajo las mismas reglas. Incluso la comunicación y la comprensión convergen en los lenguajes encriptados. Es más, una de las condiciones de la encriptación (la solidificación política de la diferencia) es que la comunicación y la comprensión continúen actuando "como sí" no se produjera nada irregular, donde las palabras continúan teniendo un significado claro y mundano de manera que encaje con la lógica y las ciencias naturales.
Cuando desencriptamos, no encontramos ni un antiguo y original lenguaje, que estuviera escondido en el fondo místico de los lenguajes, pero tampoco un nuevo y virginal lenguaje. Lo que desencriptamos son nuevas formas de comunicar los lenguajes y así accedemos tanto a lo que hay de antiguo en ellos como a la promesa de lo nuevo que yace en su potencialidad. La desencriptación es, en una primera aproximación, "espiritual". En la encriptación hablamos entre los que estamos presentes, pero siempre hay algo o alguien ausente (no la presuposición trascendente, sino la exclusión inmanente). Como se sabe, hacer de lo ausente lo presente es la función de la espiritualidad.
"Ser en el mundo" y "estar con otros" no son momentos consecutivos o alternativos, sino simultáneos. Lo que sucede en uno resuena en el otro. Si hay una falla o una carencia en una dimensión, ella afecta de inmediato la otra, no como una consecuencia que implicaría necesariamente algún tipo de mediación, sino como inmediatez. Ellas son una y la misma cosa, pura intensidad (bergsoniana)3. Por lo tanto, la variación en una dimensión (si podemos hablar de solo una) equivale a un cambio en la naturaleza de la otra. La relación entre las dimensiones de “ser en el mundo” y “estar con ellos” es una simbiosis y no un estado de cosas o de la mente.
Si esto es así, entonces el mismo lenguaje no solo se aplica a una dimensión como a la otra, sino que el devenir, el revelar y el usar (o estar) en ambas dimensiones “es” simplemente devenir, revelar y usar el mismo lenguaje. No se trata de una especie de Eurotúnel, cada cosa cavando desde su propio espacio de realidad hasta encontrarse en un punto intermedio; todo lo contrario, ambas dimensiones ocurren en el mismo espacio-tiempo llamado lenguaje. Ambas expresan una multiplicidad. Si hay dos de algo, se trata más bien de un lenguaje encriptado en un lado y la multiplicidad oculta en el otro.
Desencriptar no significa abrirse paso a un espacio infinito donde todo conserva algún significado original, sino establecer cómo las cosas que parecen libres para el uso fueron mutiladas y limitadas en su significado, cómo las cercaron y las hicieron impenetrables. Es decir, en qué juego de lenguaje del poder fueron establecidas.
Cerraremos esta parte del juego, esta primera aproximación, con un ejercicio simple. Piense en este problema: ¿El molino que muele harina fresca actúa de la misma manera cuando es una máquina de energía centralizada (pocos comen el pan producido por muchos) que cuando es una máquina comunal de distribución igualitaria? ¿Es la misma máquina? ¿Se está usando la máquina cuando se come el pan? ¿Se puede realmente anticipar su acción y su significado a partir de su operación interna? La clave de la solución podría ser preguntándose ¿cuál es la distancia entre el modelo de la máquina y la máquina real? Es importante nunca olvidar que los modelos son simplemente “muestras” elevadas fraudulentamente a modelos transcendentes.
Referencias
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http://www.bruno-latour.fr/sites/default/files/143-ORBIS-TERRARUMpdf.pdf
[Consultado el 12 de abril de 2017].
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Translated by Ray Brassier. London, England: Bloomsbury Academic.
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Littlefield International.
Wittgenstein, L. (1986). Philosophical Investigations. Oxford, Inglaterra: Basil Blackwell
Ltd.
Abogado. Profesor visitante en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Correo: ricardosanin@gmail.com
1 ¿Se puede pensar en 3 sin su signo? No, ¿sólo si se piensa en tres cosas? ¿Se puede pensar en 3 sin 3 cosas? Sí, pero luego se está pensando en el signo 3. Intente no pensar en el tres, solamente imagine unidades independientes (números) entre el 2 y el 4... ¿Se puede?
2 La definición completa en Sanín-Restrepo (2018).
3 Si debemos hablar de número como una distinción de identidades, solo se aplicaría a las dimensiones (como si hubiera dos en “luz solar”, como si sol y luz fuesen cosas separadas).